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La barrera de los 2 grados en la antesala de la COP21

A unas semanas de llevarse a cabo la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en París, el periodista científico Martín de Ambrosio traza un panorama de lo que significaría esta reunión y manifiesta sus principales preocupaciones respecto del impacto del aumento de temperatura en el planeta. Para él, la hoja de ruta está hecha, pero faltan las acciones y anticipa un acuerdo multilteral de esta reunión

Por Antonio Nieto / Fotografías: cortesía de Martín de Ambrosio

Ban Ki-moon dijo respecto del calentamiento global que no hay plan “b”, ya que no existe un planeta “b”. Según el último informe del Grupo Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el cambio climático está modificando los ecosistemas, pone en riesgo la seguridad alimentaria, acelera la pobreza y vulnerabilidad de zonas urbanas y rurales e indica “que se reducirán los recursos renovables de aguas superficiales y aguas subterráneas de forma sustancial en la mayoría de las regiones secas subtropicales (…), con lo que se intensificará la competencia por el agua entre los sectores”. Los escenarios adversos son muchos y complejos.

En las próximas semanas se llevará a cabo una de las reuniones más importantes del planeta, la que pondrá sobre la mesa los acuerdos a los que deben llegar las naciones para disminuir el impacto del calentamiento global, que algunos consideran inexorable.

La COP21 de París significa no sólo una esperanza para el futuro de la Tierra, también es el cónclave de las potencias más reticentes a modificar su sistema económico. Aunque la mayoría ya haya suscrito acuerdos, éstos han llegado tarde. Sin embargo, ante el fracaso de la COP de Cancún, los especialistas observan que la conjura en contra del planeta no volverá a pasar.

En este contexto, Martín de Ambrosio, periodista científico argentino, autor de una decena de libros y columnista en la televisión argentina, conversó con Constructor Eléctrico sobre el mayor reto de la humanidad en los últimos tiempos.

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Martín de Ambrosio considera que la COP21 será una reunión de acuerdos

Constructor Eléctrico (CE): ¿Es posible evitar el aumento de la temperatura en los próximos 30 años?
Martín de Ambrosio (MdA): Eso es lo que todavía se juega dentro del grado de incertidumbre que tienen los distintos escenarios científicos. Me parece que hay que hacer el mayor esfuerzo posible y después se verá en función de lo que se determine, y también de otros factores que no son de emisiones humanas, como las emisiones volcánicas o el nivel de actividad. Muchos dicen que, incluso con las propuestas que cada uno de los países está haciendo hasta ahora, aunque se cumplieran, no se llegaría a evitar esta barrera de los 2 grados, que además tendría una retroalimentación negativa que provocaría que aumentara el calor de los mares y generaría más deshielos y más situaciones problemáticas, como sequías, inundaciones y huracanes. Eso es parte de la incertidumbre científica, pero el esfuerzo hay que hacerlo, sin duda.

CE: Hay varias contradicciones en este tema del cambio climático. En tu libro Todo lo que necesitas saber sobre el cambio climático, comentas que la última COP16 se desarrolló en uno de los lugares más expoliados por los grandes complejos turísticos, a saber: Cancún, aquí en México.

MdA: Sí, se pueden citar un montón de contradicciones. Yo estoy a favor de las reuniones multilaterales y de llegar a un punto consensuado, que es lo que se supone que se conseguirá en París, pero también es cierto que el mecanismo por el cual van 40 mil personas o más, como se supone, a París generará una cantidad de emisiones a través de los movimientos de aviones y aeropuertos.

En ese sentido, puede ser contradictorio, porque la generación de emisiones es bastante grande. Ahora bien, si de ahí proviene una solución que ayude a que el aumento de la temperatura promedio global no supere los 2 grados con relación a la situación preindustrial, estaríamos en una situación de ganancia; pero en el camino hay ciertas cosas que pueden ser contradictorias, desde lo que mencionas de Cancún, hasta la cantidad de vasos de plástico para café que se utilizarán en la innumerable cantidad de reuniones y en los centros de prensa, que poco tienen que ver con el cuidado del planeta.

CE: ¿Encuentras avances relevantes a partir de las reuniones de la Conferencia de las Naciones Unidas?
MdA: El principal es que –salvo algunos reductos de los partidos más de derecha del mundo, pienso en el Tea Party de Estados Unidos–, en general, el resto de la comunidad científica, política y religiosa coincide en que el cambio climático no sólo existe y es verificable, sino que tiene este origen antrópico. Eso es una batalla, un debate ganado; se ganó en los últimos 15 años, incluso después del Protocolo de Kioto, que en su momento no había generado tanto movimiento global.

Respecto de las negociaciones multilaterales, es algo por discutir en función de lo que suceda en París. La mayoría ya ha enviado su propuesta de reducciones de emisiones, hay que ver el grado de seriedad de cada uno y no solamente la ambición, sino la confrontación de esas intenciones con la realidad, que lo que proponen se lleve a cabo y que tratemos en algunas décadas de tener la menor cantidad de emisiones de dióxido de carbono y otros gases.

De esos dos debates, uno está ganado y el otro está en vista de ganarse si se firma en el acuerdo de París.

CE: ¿Consideras que en la colectividad ya exista una preocupación por este tema?
MdA: Hay una preocupación creciente y cada vez más se relacionan los problemas cotidianos con el problema de fondo que es el cambio climático. Obviamente es un proceso lento, y lo que hay que hacer es que no quede como algo abstracto; no es que simplemente habrá más calor o lloverá más en una época que no era de lluvia. Existe una consciencia creciente, sin duda mayor que hace una década o década y media, cuando fue Kioto. Creo que esto, progresivamente, se incrementará en la medida en que, desgraciadamente, las catástrofes sucedan.

CE: ¿Cómo podría participar la gente para solucionar esta problemática?
MdA: Es importante que se genere una masa crítica de abajo hacia arriba desde la sociedad civil, desde los emprendimientos individuales. El problema es que muchas veces no alcanza, no se genera esa masa crítica que permita modificar voluntades o procesos que están muy enquistados. El mundo ha estado funcionando desde hace 200 años, y más en los últimos 50 años, a todo vapor con energías de combustibles fósiles, y cambiar esa inercia, inercia que se mide en enormes subsidios, es muy difícil; pero si se genera movimiento desde abajo hacia arriba de energías renovables, con la utilización consciente del transporte público y de las famosas pequeñas acciones individuales, como utilizar bicicleta o caminar en las grandes ciudades, se puede generar un gran cambio. Esto lo digo cuando me pongo optimista; también digo que a veces las acciones individuales no cambian las decisiones de algún CEO de alguna compañía multinacional petrolera, y ahí es cuando me pongo pesimista.

CE: Uno de los referentes que hay sobre el tema del cambio climático, y que podría ser la versión más crítica del tema, son las investigaciones que ha hecho Naomi Klein. Una de las tesis principales es que hay que cambiar el modelo de consumo, el sistema.
MdA: El trabajo de Naomi Klein me resulta admirable desde hace mucho tiempo. Me parece realmente certero, tan certero como utópico, no solamente desde las necesidades o intereses de los grandes capitalistas del mundo, sino de una vasta clase media mundial, que últimamente es bastante más amplia en Latinoamérica desde los últimos 15 o 20 años, que está en una cierta comodidad de consumo al que nunca había accedido.

Lo que plantea Naomi Klein es un consumo de guerra: dejar de consumir lo que consumimos para salvar el planeta, y hay que ver si estamos dispuestos a hacerlo.   También tiene que ver la percepción de riesgo. Muchas veces el cerebro humano está preparado para reaccionar a un riesgo inminente, no ante un riesgo que se va a materializar en años; por ello, tanta gente fuma o se expone a peligros tóxicos. El cambio climático es palpable en ciertos aspectos, como las ondas de calor o las lluvias, pero es bastante difícil de percibir como riesgo instantáneo.

A diferencia de una guerra, que es la situación en la que emparenta Naomi Klein, o lo que fue el final de la Segunda Guerra Mundial en Europa con el Plan Marshall, es difícil plantear que una población se someta a sacrificios en pos de algo que no es palpable, cuando lo palpable es lo contrario: tenemos un pequeño excedente, pues démonos al consumo que jamás tuvimos en América Latina. Es bastante complejo de llevar a la práctica, aunque las bases teóricas de Naomi Klein son las correctas.

CE: ¿Qué te preocupa más del cambio climático?
MdA: El punto clave es la falta de agua, que es lo más vital que necesitan tanto las personas como las diferentes economías. Pongo dos ejemplos argentinos: en lugares muy productivos, la zona de Mendoza sobre la Cordillera de los Andes, por ejemplo, en los límites con Chile, toda la economía de la provincia, que siempre ha tenido un gran estrés hídrico, se basa en la canalización y en los deshielos de los glaciares de alta montaña. Eso en los últimos tiempos se ha agudizado justamente por el cambio climático, por la falta de deshielos, lo que puede generar una total reorganización provincial, que requiere numerosos esfuerzos de ingeniería; incluso, puede llegar a cambiar la manera en que se produce el vino típico de la zona, que son uvas Malbec y demás uvas de origen francés, que posiblemente tengan que correrse hacia el Norte o el Sur por este problema de estrés hídrico.

En Tierra de Fuego, en la ciudad de Ushuaia, definida como la más austral del mundo, que históricamente se ha mantenido por el glaciar Martial, el cual generaba agua para toda la ciudad, con 80 mil habitantes, aproximadamente, ahora eso está cambiando y están viendo cómo se provén de agua de otro glaciar más alejado y que, todavía, periódicamente genera agua.

En esos pequeños casos –que no tienen obviamente gran significación y que se podrían sumar a los de Perú, donde viven del agua de los glaciares de alta montaña, o de la zona del Tíbet, Bangladesh y la India–, el tema de la falta de agua puede llegar a ser totalmente trágico. En general, en todo el mundo, en aquellos lugares en los que hay un pequeño corrimiento de la cantidad de agua que se precipita de los glaciares, la gente o las economías empiezan a sufrir mucho.

CE: ¿Qué crees que suceda en la COP21 de París? ¿Habrá una instancia de cambio?
MdA: Sí, es muy probable que haya un gran acuerdo, que los países empiecen a poner en práctica la reducción de emisiones. Hay que ver si esto alcanza o si es un paliativo para evitar los peores escenarios previstos por los científicos. Pero es un asunto arduo y que requerirá no sólo el acuerdo del sí, que seguramente se firmará, sino de trabajo durante los próximos cinco años. Lo que se firme ahora se pondrá en práctica en 2020; es decir, tenemos cuatro COP más para que se mantenga el mecanismo para tratar de redondear algo que sirva para todas las partes.

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