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Mega aeropuerto en marcha: se erige un coloso

Como el camaleón que reposa sobre la roca, el Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México aspira a ser uno con su entorno. Ubicado en un terreno del ex lago de Texcoco de 5 mil hectáreas, busca convertirse en el primer mega aeropuerto de América Latina con una huella de carbono neutral y certificación LEED v4 Platino

Por Ricardo Donato

Todo en él es de proporciones colosales, terminal aérea, pistas de aterrizaje, instalaciones eléctricas, espacios verdes, etcétera. Su tamaño no va en demerito de su organicidad, ligereza y transparencia arquitectónica; desprovisto de columnas y muros verticales, su diseño se inspira en el escudo de la bandera mexicana. Detrás de su concepto están los arquitectos Fernando Romero y el reconocido Sir Norman Foster. La primera fase de su construcción, ya en marcha, comporta una terminal de pasajeros, tres pistas de aterrizaje simultáneas, una torre de control de tráfico aéreo, un centro de transporte terrestre intermodal y un centro de control de área, explica Alejandro Virchez, coordinador de Medio Ambiente y Sustentabilidad del Grupo Aeroportuario de la Ciudad de México (GACM).

“A finales de 2016 se terminó la nivelación de suelos y comenzó la colocación de pilotes para la losa de la terminal. En estos días iniciará la construcción de la base de la terminal”, indica el funcionario. Se prevé que el mega aeropuerto esté listo en 2020, para que de ahí en adelante dé servicio a más de 65 millones de pasajeros al año. La inversión total del proyecto rondará los 13 mil millones de dólares.

Pero la edificación de este coloso, como se sabe, tiene lugar sobre terrenos no del todo firmes, en el sentido físico, social, político y ecológico de las palabras. Al NAICM le han llovido críticas, en su mayoría relacionadas con el posible impacto ambiental en la zona oriente del Valle de México. A su favor, no obstante, juega la carta demográfica. Como señala Virchez, su construcción “obedece al impresionante aumento de la población del país, así como a la expansión de la economía mexicana. Esto hace que una infinidad de personas, turistas, trabajadores y empresarios hagan una gran cantidad de viajes”. Por otro lado, está el papel de las nuevas aerolíneas de bajo costo, “las cuales han disparado el número de usuarios”, agrega.

Lo anterior, señala Virchez, ha desembocado en el colapso del aeropuerto actual, el Benito Juárez: “Está sobrepasado, ya que fue diseñado para manejar entre 25 y 28 millones de pasajeros al año y, ahora mismo, ya supera los 35. Esto genera que un número significativo de vuelos se retrasen. Estas situaciones obligaron a la concepción de una nueva infraestructura aeroportuaria, destinada a satisfacer la demanda de un país con 120 millones de habitantes”, apunta. Su mejor defensa frente a las críticas, no obstante, seguirá siendo el cumplimiento de los más altos estándares en materia de seguridad, eficiencia energética, transparencia social y preservación del ecosistema, remata el especialista.

A prueba de hundimientos
Cuenta la anécdota que cuando Norman Foster, el celebérrimo arquitecto inglés que ganó la licitación de la obra, visitó el extinto Lago de Texcoco quedó maravillado por la enorme cantidad de incidencia solar y agua de lluvia captada en la región: “Su diseño, desde un principio, fue el de un aeropuerto sustentable que aprovechara ambos recursos y lograra importantes ahorros en cuanto al consumo de agua y energía”, relata el coordinador de Medio Ambiente del GACM.

“Buscamos un edifico más sano, que cumpliera todos los criterios en sustentabilidad. La terminal cuenta con muchos espacios abiertos, lo que permitirá la integración de los usuarios en los espacios y que los tiempos de espera sean más cortos. Todo ha sido pensado para generar más ahorros, eficiencia y afabilidad para los usuarios y líneas aéreas”, asegura Virchez. La terminal, abunda, constará de tres pisos, el primero para la recepción de pasajeros. La incidencia de luz en este sitio reducirá el consumo de energía en 50 por ciento con respecto al de una construcción tradicional; asimismo, alcanzará un ahorro en el consumo de agua potable del 70 por ciento en relación a aeropuertos tradicionales y contará con un sistema de aleación que le permitirá ser “más amigable con el entorno y evitar cambios radicales de temperatura”, destaca. En el camino, los desarrolladores han tenido que sortear diversos retos de ingeniería. El más importante, sin duda, ha sido el tema de los suelos, inestables y de composición semiárida debido a su origen lacustre, y “con un componente de sal casi tres veces mayor a la de los océanos, lo que los vuelve muy corrosivos”, explica el funcionario. Para solventar el problema, indica, están trabajando de la mano con arquitectos, ingenieros, consultores y expertos holandeses, americanos, ingleses y mexicanos. Este grupo de especialistas, enfatiza, “ha levantado aeropuertos en Dubái, donde el tipo de subsuelo es todavía más agreste. Es impresionante la atención que hemos puesto en torno a temas como la sismicidad y hundimientos. Y en caso de presentarse esta última eventualidad, Virchez refiere que cuentan con la tecnología adecuada “para evitar riesgos a la navegación e incrementar la seguridad de los pasajeros”.

Un coloso con huella neutral
Si bien el gasto de energía del NAICM será mayor que el del aeropuerto actual, no es adecuado realizar comparativos en términos de consumo energético, subraya Virchez. Esto porque el de Texcoco cubrirá una zona de 4 mil 431 hectáreas de superficie, es decir, será seis veces más grande que el de Benito Juárez, que ocupa cerca de 700. Al gigante, agrega, habrá que compararlo con aeropuertos similares, como el de Shanghái, que es relativamente nuevo, o bien con el de Turquía, que también buscará cumplir con todos los estándares internacionales en sustentabilidad y superará al texcocano en dimensiones.

En cuanto a la generación de energías limpias, el proyecto más importante es el de una granja fotovoltaica de 40 MW de potencia. A lo anterior, se suman tres plantas tratadoras: una para agua pluvial, otra de aguas residuales con cero descargas y una tercera destinada al tratamiento de residuos. Esta última, informa Virchez, abre la posibilidad de generar biomasa, si bien están a la espera de un estudio que evalúe la viabilidad del proyecto.

Con respecto al tema de la ventilación, Virchez adelantó “la instalación de un sistema de compuertas para ventilar espacios interiores, cuyos sensores controlarán la circulación de aire, o si se debe subir o bajar la temperatura”. Tantos las plantas de tratamiento como los sistemas HVAC, precisa, serán gestionados mediante la plataforma Building Information Modeling (BIM), el cual optimizará la gestión y recursos energéticos del inmueble.

La apuesta general, remarca el coordinador, es poner en marcha lo mejor de las buenas prácticas con el fin de lograr una huella de carbono neutral, así como dos certificaciones LEED, una LEED v4 Platino para la terminal de pasajeros, y otra LEED v4 Oro para el centro de transporte terrestre intermodal y el centro de control de área. Más del 60 por ciento de los puntos requeridos para esta certificación se lograron gracias al diseño de Foster y compañía. El resto, precisa, se logrará a través del uso de materiales amigables con el medioambiente y se obtendrá luego de ocho meses de operaciones.

Bajo la coordinación de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales, la administración del NAICM adoptó un Plan Maestro Ambiental, cuyo objetivo es lograr un equilibrio entre los factores económicos y sociales involucrados en el proyecto. Entre sus metas a largo plazo destacan la obtención de una huella de carbono neutral, operación al 100 por ciento con energías limpias y certificaciones LEED una vez finalizada la obra.

El proyecto, afirma Virchez, “es un parteaguas para México, pues cuenta con las mejores prácticas de sustentabilidad y es uno de los más transparentes. Los datos están abiertos al público a través de la página web. Profesionalmente, es un gran compromiso, un reto maravilloso. El tema es cómo traer experiencias de otros lados para disminuir la curva de aprendizaje y ser más eficientes”.

El NAICM, finaliza, será una muestra de que el desarrollo no está peleado con el cuidado del medioambiente, ya que es posible convivir entre todos: vegetación, fauna y habitantes.

Sustentabilidad del NAICM

Adjudicación Subestaciones Eléctricas
La compañía mexicana Proyectos y Construcciones Urisa fue la ganadora en agosto del 2016 de la licitación pública para el contrato de ingeniería de detalle, construcción de subestaciones y líneas de energía eléctrica del NAICM. Fundada en 1984, esta empresa se especializa en el desarrollo de subestaciones eléctricas, líneas de transmisión y estaciones de bombeo. Su propuesta, evaluada por el Grupo Aeroportuario, Netherlands Airport Consultants (ingeniero maestro del proyecto) y Parsons (gerencia de la iniciativa), cumplió todos los requerimientos técnicos. El contrato incluye la instalación del sistema de extinción de incendios, un transformador trifásico, una torre de control y una planta a diésel para ofrecer energía de respaldo a la sala principal de control. La oferta de Urisa fue de 1 mil 115 millones de pesos sin IVA

Fuente: www.bnamericas.com

Bono Verde
En diciembre pasado la agencia calificadora de riesgo Moody’s otorgó la máxima calificación (“GB1”) al bono verde emitido por el GACM en mercados internacionales. Con ello, el mega aeropuerto capitalino se convierte en el primero en América Latina en obtener dicha nota. Lo anterior debido a que persigue una huella de carbono neutral, así como al compromiso de México con el Acuerdo Climático de París, el cual consiste en reducir en 22 % sus emisiones de gases de efecto invernadero para 2030

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