Trump, el panorama energético, en la incertidumbre
Ante la reciente elección de Donald J. Trump como presidente de los Estados Unidos se vislumbra un escenario incierto para México en materia energética. El consenso parece claro: el futuro no es promisorio. Esta prospección poco optimista se irá clarificando con el tiempo
Por Elva Mendoza
Como presidente electo de la principal economía del mundo, el multimillonario mantiene en la incertidumbre energética a su país y, en consecuencia, al resto del mundo. Este negacionista del cambio climático apoya a la industria de combustibles fósiles y la desregulación en materia ambiental.
Durante su campaña se comprometió a liberar las restricciones para la producción de petróleo, reactivar el gasoducto Keynstone, expandir el fracking con el fin de producir más petróleo y shale gas y cancelar las aportaciones para el programa de cambio climático de la Organización de las Naciones Unidas.
Fue en Bismark (Dakota del Norte), en mayo de 2016, cuando el entonces aspirante del Partido Republicano a la Casa Blanca, habló por primera vez de temas energéticos. Afirmó que los Estados Unidos llegarían a ser “totalmente independientes de cualquier necesidad de importar energía del cártel de la OPEP [Organización de Países Exportadores de Petróleo] o cualquier nación hostil”.
Trump dijo que su país abandonaría el Acuerdo de Cambio Climático de París, así como los pagos de los Estados Unidos a la ONU a través de los programas para combatir el calentamiento global
Indicó que continuaría trabajando con los aliados del Golfo Pérsico para lograr “relaciones energéticas positivas como parte de nuestra estrategia antiterrorismo”. Hizo hincapié en “el potencial generador de riqueza” de los recursos energéticos del país, y citó cifras de un estudio realizado por el Instituto de Investigación de Energía acerca de los beneficios económicos del petróleo, gas y carbón. Mencionó que su desarrollo impulsa la economía, genera empleos y enriquece al gobierno.
Trump amenazó con dejar sin efecto el Plan de Energía Limpia desarrollado por la administración de Obama y abandonar el Acuerdo de Cambio Climático de París, así como los pagos de los Estados Unidos a la ONU a través de los programas para combatir el calentamiento global. Exigió a Trans Canada, una de las mayores compañías de desarrollo de infraestructura energética en América del Norte, completar la cuarta fase del proyecto conocida como Keystone XL, para duplicar la capacidad de transporte de crudo desde Hardisty, en Alberta, a Houston y Port Arthur, en Texas. Fase que fue paralizada por Barack Obama el 6 de noviembre de 2015.
En esa ocasión, el magante inmobiliario negó además que la actividad humana sea la causante del calentamiento global y rechazó las predicciones catastróficas avaladas por la ciencia.
Días después de ganar las elecciones del 8 de noviembre, sin embargo, en una de las pocas entrevistas que ha concedido, manejó un discurso conciliador y suavizó sus posiciones. Sugirió la posibilidad de que Estados Unidos continuara dentro del Acuerdo de París y reconoció la posible conexión entre la actividad humana y el calentamiento global.
“Lo estoy estudiando muy de cerca. Tengo la mente abierta al respecto”, declaró a la prensa, distanciándose de sus posiciones negacionistas respecto a la influencia humana en el cambio climático: “Creo que hay alguna conexión. Alguna, algo. La cuestión es cuánto”, manifestó.
No obstante, el reciente nombramiento de Rex Tillerson, director ejecutivo de ExxonMobil, la empresa petrolera no estatal más grande del mundo, como secretario de Estado coloca más piedras en ese muro climático. Aunque el emporio petrolero de Tillerson respalda el Acuerdo de París, la multinacional ha sido investigada por el FBI por haber financiado a científicos negacioncitas del fenómeno durante más de 30 años.
Algunos apuntan que Tillerson es un empresario negociador, que incluso ha sido capaz de entablar acuerdos tanto con Putin como con el ex presidente Hugo Chávez. Esa versión del empresario podría augurar relaciones más equilibradas entre México y Estados Unidos. Nada está escrito.
De acuerdo con los medios estadunidenses, los cambios de posicionamiento son una constante en el presidente electo. Subrayan que en función de los intereses del momento, Trump es pro aborto o antiabortista, demócrata o republicano, desprecia a sus contrincantes o los ama. “Tuve una gran reunión con el presidente Obama. Me gustó realmente mucho”, declaró luego de su visita a la Casa Blanca.
La confusión que ha causado se ve reflejada en todos los sectores. En entrevista, Sergio Arnaud Anes, de la Asociación Nacional de Energía Solar A.C., organización que agrupa a científicos, profesionistas, industriales, estudiantes y personas interesadas en las energías renovables, advierte que “no se tienen certezas”.
“La nominación de Rick Perry como Secretario de Energía es un ejemplo de ello. Si bien como gobernador de Texas fue un ferviente promotor de la explotación de hidrocarburos; durante su administración también hubo un importante crecimiento del sector eólico”, comenta Arnaud.
“Además, la nominación de Elon Musk, CEO de Tesla, “quien es un ferviente impulsor de la energía solar, como asesor de la Casa Blanca es una buena señal, pero ¿hasta dónde podrá incidir su asesoría? Son más dudas que certezas”, agrega.
Rick Perry, ex gobernador de Texas y ex rival electoral de Trump, prometió en 2011 eliminar el departamento que ahora dirigirá. En un debate televisivo en 2011, cuando aspiraba a ser el candidato republicano a la Casa Blanca, se quedó en blanco cuando pretendía decir que el Departamento de Energía era una de les tres agencias que prometía eliminar como presidente. Trump se burló de él y cuestionó su inteligencia.
Perry, de 66 años, posee conocimientos sobre el mundo del petróleo; Texas es uno de los principales productores mundiales, pero hay quienes dudan que tenga conocimientos del sector energético.
Scott Pruitt, fiscal general en Oklahoma y conocido por su escepticismo ante el cambio climático, fue elegido por Trump para dirigir la Agencia de Medio Ambiente (EPA). Pruitt encabezó el pleito legal de 28 estados norteamericanos contra la EPA para frenar el Plan de Energía Limpia (Clean Power Plan), impulsado por Obama.
Michael Brune, al frente de Sierra Club, calificó al nuevo director de la EPA como “un conspirador de la industria de los combustibles fósiles que ha atacado sistemáticamente todas las regulaciones ambientales”. El fiscal general de Nueva York, Eric T. Schneiderman, calificó a Pruitt como “un agente de la industria del gas y petróleo, que no sólo niega el cambio climático, sino que está dispuesto a acelerar sus efectos devastadores”.
Pese a estas contradicciones, incluso en personajes de su primer círculo, existen también algunas certezas, afirma Arnaud. El experto vislumbra que además de impulsar la industria del carbón, la cercanía del mandatario con empresas petroleras, significa un incremento en la extracción de gas, la construcción de gasoductos y mayor oferta de energía no limpia en Estados Unidos.
“También cabe la posibilidad de la cancelación o recorte de los programas enfocados en la instalación de techos solares, lo que significa disminuir dramáticamente la velocidad de penetración de energías renovables y, por tanto, la transición energética en la Unión Americana”, asegura Arnaud.
Advirtió que las grandes centrales termoeléctricas a base de gas y carbón no se eliminarán; “en cambio las energías renovables tendrán que esperar al menos otros cuatro años, por lo menos en generación a gran escala”.
Respecto al impacto que podría tener este escenario en México, Arnaud dijo que dependerá de la cercanía con las políticas energéticas del vecino del norte, aunque también de criterios económicos y su influencia en decisiones políticas.
Además de que representan costos más altos en las licitaciones, los ciclos combinados de gas serán obsoletos en 15 años. Esto significa depender del gas que produce Estados Unidos, lo cual es un error geopolítico y de seguridad nacional.
Jason Williams, analista y asesor de inversiones, dio a conocer que las empresas generadoras de electricidad de estados como Colorado, Wisconsin, Georgia, Arizona y Florida, encaminan cabildeos y campañas para penalizar y desestimular la generación de energía solar.
Según la Agencia Internacional de Energía (AEI), los combustibles fósiles recibieron en 2015 alrededor de 325 mil millones de dólares en subsidios , mientras que las energías renovables apenas 150 mil. La ONU, por su parte, ha solicitado reiteradas veces que desaparezcan todos los subsidios fósiles.
No obstante la postura de Trump, las voces a favor de la lucha contra el cambio climático toman cada vez más fuerza, indica Gustavo Ampugnani, director ejecutivo de Greenpeace México. “La gente no es tonta, ahí está la ciencia. Por más que se retiren de las negociaciones, esta puja a nivel de discurso ya está ganada. Nadie pone en duda la magnitud del problema”, asegura.
Gigantes multinacionales que conforman un grupo de 360 empresas, pidieron por carta a Trump a no abandonar la lucha contra el cambio climático. Estados como California, a su vez, han proclamado que no darán un paso atrás, más allá de la política presidencial.
Durante la más reciente Cumbre del Clima (la COP22) celebrada en Marrakesh, el presidente de Francia François Hollande enfatizó que dicho combate es ya irreversible, quizá en referencia específica al mandatario.
Las medidas que supuestamente tomará Donald Trump en materia energética deberán pasar por un procedimiento que implica derogar leyes proclamadas por el Ejecutivo de Obama, mismas que serán anuladas por las Cortes estadounidenses, mayoritariamente conservadoras, por lo que el proceso completo requerirá tiempo.
Y en el caso de abandonar el Acuerdo de París, esta determinación requerirá al menos cuatro años, tal como se asentó en la capital francesa en diciembre pasado. Pero lo que la presidencia de Trump sí puede hacer sin tanto problema es abandonar la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), acordada en 1994, lo que automáticamente permitiría a Estados Unidos incumplir el Acuerdo de París.
Este pacto fue firmado por representantes de 195 países. Ahí, las naciones se comprometieron a evitar que la temperatura media global rebase los dos grados centígrados en 2100. Las reglas de este protocolo mundial mandatan que, cuando 55 de los países responsables del 55 por ciento de las emisiones totales de dióxido de carbono a la atmósfera suscribieran el acuerdo, éste entraría en vigor 30 días más tarde. El 5 de octubre pasado, la mayoría de socios de la Unión Europea lo ratificaron, junto a otros 80 países responsables del 70 por ciento de las emisiones. Entre ellos China y Estados Unidos, las dos economías más grandes y contaminantes del mundo.
En la COP22 se deberían haber fijado, entre otras cosas, planes de reducción de emisiones y protocolos de transparencia e información que debe tener cada país, así como mecanismos financieros mediante los cuales las naciones ricas otorgen a las que están en vías de desarrollo 100 mil millones de dólares anuales a partir de 2020, a fin de mitigar los problemas derivados del calentamiento global.
Según los informes de la Cumbre, ésta transcurrió en medio de la incertidumbre por el triunfo de Donald Trump.
A decir de ONU, las emisiones en 2030 pasarán de 12 mil millones de toneladas a 14 mil, una cifra que está por encima de lo necesario para mantener el calentamiento global dentro de los límites fijados. De ahí que el organismo exhorte a los ciudadanos, empresas y gobiernos a sumarse a la tarea de implementar acciones urgentes y adoptar soluciones inmediatas.
Incertidumbre
La incertidumbre es la peor de las condiciones para la toma de decisiones, más cuando se habla de negocios y política. Los inversionistas estadounidenses, de momento, han pospuesto sus decisiones en México: “La llegada de Donald Trump a la Presidencia de Estados Unidos podría ahuyentar a inversionistas de aquel país que pretendían aprovechar la puerta que se abrió con la reforma energética en México, por miedo a ser penalizados por sacar sus capitales de la Unión Americana”, señaló Alfredo Coutiño, analista de Moody’s (Reforma, 9 de noviembre).
Trump ya había amagado a Ford y Carrier respecto de sus inversiones en el país. La primera, en un principio, desestimó las declaraciones del magnate, para finalmente ceder a sus amenazas y cancelar una inversión de 1 mil 600 millones de dólares para una nueva planta en San Luis Potosí. La segunda invertirá a medias, pues miles de plazas sí se moverán, aunque el plan inicial de la empresa estadounidense sí ha sido frenado.
“No podemos dejar que los empleos se marchen. Las empresas se están yendo. Si quieren irse a México, buena suerte”, aseguró el futuro mandatario de los Estados Unidos.
Y es que probablemente el mal esté en casa, o la solución. En noviembre pasado, el Consejo Coordinador Empresarial habló de la necesidad de que gobierno y empresarios trabajen en una agenda interna para apoyar el crecimiento económico, la inversión y generación de empleo. Carlos Slim, por su parte, aseguró que la victoria de Trump es una oportunidad para México para enfocarse en la inversión nacional y abrir diversos proyectos para asociaciones público privadas.
El diciembre 7 de 2016 se llevó a cabo el U.S-Mexico Ceo Dialogue, en el que empresarios mexicanos y estadounidenses se reunieron para delinear las agendas bilaterales en materia de inversión, y que tuvieron como tema principal la llegada de Trump a la presidencia. El objetivo de este encuentro es fortalecer las relaciones entre ambas naciones.
Muchos llaman a cerrar filas y encontrar un punto de encuentro y unión para que México salga del posible brete, pues expertos señalan que el problema está en casa. Ahí es por donde el país tiene que empezar.