Electrodependientes
En esta reflexión, el autor nos lleva a pensar sobre los hábitos de consumo energético en medio de la crisis de la pandemia y delinea soluciones para enfrentar el presente y futuro de nuestro mundo.
Por Juan Antonio Pinilla
A solo unos meses de iniciada la pandemia mundial, ha sido más visible que nunca lo que la huella humana está haciendo a nuestro planeta día con día. Obligarnos al encierro, disminuyendo de manera forzada nuestra capacidad de movilidad y, por tanto, de contaminar en ciertos aspectos, ha contribuido a dar una bocanada de aire a nuestra atmósfera, ríos, mares y un enorme etcétera. Hemos visto imágenes impactantes sobre la increíble trasparencia de los canales en Venecia, sabemos que ha mejorado la calidad del aire y, con esto, la reducción de gases de efecto invernadero, sobre todo en las principales capitales del mundo. En Veracruz, lugar en donde vivo, los mares han cambiado de color, la arena es mucho más clara y se avistan delfines a solo unos metros de la playa. Es extraño y sorprendente.
Los expertos temen el rebote al término del encierro, pero sería tristísimo pensar que la única solución para combatir al cambio climático sea un virus, o que los países tengan que llegar al extremo de toques de queda y encierros obligatorios para poder dar un respiro de vez en cuando al planeta y que éste nos dure unas cuantas generaciones más. En contraste, y para recordarnos que debemos hacer un cambio urgente y radical, hemos visto fenómenos como la reciente granizada en Ciudad de México en pleno mes de junio. Una ciudad donde las temperaturas usuales no alcanzaban a formar hielo siquiera en invierno, ahora sus calles y edificios estaban vestidos de blanco y las máquinas que retiran nieve tener que abrir las vialidades para transitar. Esto nos debe hacer reflexionar de lo que estamos haciendo a nuestro hogar y que si seguimos este ritmo, la vida será completamente distinta en solo dos generaciones más.
Ahora abordaremos de manera específica un tema que compete a todos y que nos interesa especialmente a nosotros: el consumo de la energía y cómo vamos en medio de esta crisis; pues el mundo se encuentra en una difícil situación energética, cada vez existe mayor demanda de energía, y las fuentes actuales tienen recursos limitados en su mayoría, con el agravante de su uso representa repercusiones ambientales bastante indeseables.
Devoradores de energía, una nueva droga en creciente adicción
Somos una generación que se ha hecho adicta al consumo de energía y, como cualquier adicción, es difícil de detener, disminuir o al menos de controlar. Esto sin contar con que nosotros mismos lo seguimos fomentando con el afán de ganar más dinero, sin sustentabilidad. Hoy hacemos muy poco al aire libre, con luz natural o a temperatura ambiente, pues pasamos de una casa con alto consumo de energía para subirnos a nuestro vehículo y así trasladarnos a la oficina, escuela, empresa, centro comercial, gimnasio, etcétera. Luego entonces, somos una generación de alto consumo porque cada vez somos más dependientes de la energía; somos electrodependientes. Hoy todos contamos con un celular, que necesita cargarse de forma continua. Cada vez existen mayor número de automóviles y éstos ocupan combustibles. Por ejemplo, en 2018 había 1 mil 200 millones de vehículos circulando en nuestro planeta y las tendencias de la Agencia Internacional de Energía estiman que para 2040 se tendrán 2 mil millones de vehículos, de los cuales 1 mil 600 van a depender de gasolina y diésel. Tan solo en nuestro país, con datos de abril de este año, hay casi 34 millones de vehículos, según el INEGI.
«Somos una generación de alto consumo porque cada vez somos más dependientes de la energía; somos electrodependientes»
Somos devoradores de energía y en medio de esta pandemia lo somos aun más. Estando en casa, los que así podemos, los consumos en el hogar han subido hasta en un 40 por ciento durante el último trimestre, pues todas las tareas de los miembros de la familia se realizan desde dispositivos electrónicos; además de que las altas temperaturas obligan a tener por mucho más tiempo encendidos los equipos de aire acondicionado y ventilación.
En tan solo unos meses, se ha vuelto indispensable el uso de zoom, skype, facetime, microsoft teams, google meet, cisco webex meetings, gotomeeting, como algunos de los más famosos programas para videoconferencias. Es nuestra nueva realidad virtual que obliga también a usar más y más energía. Cada vez somos más en la red y una aplicación de ninguna manera sustituye a la otra. Ahora con la COVID-19 hemos también elevado al máximo nuestras compras en línea para adquirir productos básicos, como el súper, comida a domicilio y ropa; todo está a nuestro alcance desde un teléfono celular.
¿En dónde estamos parados?
El sector energético se encuentra entonces en la disyuntiva entre producir energía al menor costo posible o producir energía de manera verdaderamente sustentable.
Nos enfrentamos a un doble reto: ser un motor económico facilitando energía eléctrica al menor costo posible, al mismo tiempo que debe responder a un modelo de desarrollo energético sostenible que permita a las generaciones futuras heredar un planeta al menos tan habitable como el que nosotros disfrutamos hoy en día.
El primer paso del sector energético sería dejar a una lado los discursos, las simulaciones y las pantallas sobre que solo con las energías renovables mitigaremos los muchos problemas del medio ambiente y de la creciente sobrepoblación, pues las energías renovables realmente no son la solución como se pretende vender, sino solo son una parte de ella, en donde además se pretende sacar por completo a los combustibles fósiles de la ecuación, cuando hasta ahora están íntimamente ligados, pues dependen por completo de ellos para la fabricación, instalación, montaje, mantenimiento, entre otros. Que no se confunda, estoy muy a favor de las energías renovables, pero hablando en plata, aventar toda la bolita hacia ese campo no es la solución, pues se debe aminorar el consumo. Bien se sabe que resulta mucho más barato dejar de consumir 1 kw a producirlo. Lo sabemos todos, pero no existe el deseo y la responsabilidad real de bajarle al modelo de sociedad moderna que tenemos actualmente. Implica sacrificios, retos e incomodidades y, al menos en nuestro país, la comodidad es algo muy apreciado.
La propuesta
En mi opinión, existen tres acciones para corregir el rumbo y deben ponerse en marcha cuanto antes: la aplicación del modelo Penta hélice, trabajar en la eficiencia energética y el ahorro de energía y reducir la demanda.
Modelo Penta hélice
Hasta hace algunos años, sólo se consideraba importante que trabajaran tres sectores de manera conjunta: el gobierno, la academia y la empresa, pero con la evolución de nuestro mundo se deben considerar otros aspectos de vital importancia.
Pienso que hoy más que nunca debemos trabajar de manera coordinada y en sinergia cinco sectores. Es una idea emergente que cada vez cobra más fuerza entre los expertos, sin embargo no han logrado resultados importantes al respecto en la realidad. En este tipo de modelo participamos todos: el gobierno, la academia, la empresa, la sociedad y el medio ambiente. Los primeros cuatro deben hacerlo a la par, tomando en cuenta al quinto para cualquier decisión.
Eficiencia energética y ahorro de energía
Según el Consejo Mundial de Energía está definida como “los cambios que resulten en una reducción de la cantidad de energía utilizada para producir una misma unidad de bien o servicio”. Mientras que el ahorro de energía significa un “conjunto de acciones que resulten en una reducción total de energía utilizada”. Por ejemplo, si sustituimos una lámpara incandescente por otra de tecnología led de la misma equivalencia luminosa, seguro que tenemos un menor consumo de energía eléctrica, y estamos ante una medida que mejora la eficiencia energética. Si apagamos la mitad de las luces de un centro de trabajo, estamos ante una medida que mejora el ahorro energético. Ambas medidas pueden sumar al objetivo final.
La necesidad de mayores niveles de eficiencia energética en nuestra sociedad nunca ha sido tan evidente como en la actualidad. Factores como los altos precios de la energía que enfrentan los consumidores, la creciente preocupación por el medio ambiente, la reducción de los recursos domésticos y la seguridad energética, contribuyen a una creciente conciencia de la necesidad de una mayor eficiencia energética.
Es posible disminuir progresivamente el consumo de energía en nuestros hogares, e incluso en el trabajo, sin que ello suponga una pérdida de confort. Basta con introducir pequeños cambios en los hábitos de uso de los distintos aparatos eléctricos.
Adquiere aparatos eficientes, desconecta todos los equipos cuando no los estés utilizando (desde el más pequeño cargador de celular hasta tu televisor). Tan solo con esto ahorramos un 2 por ciento del consumo anual de electricidad del hogar. Regula la temperatura de tus equipos de aire acondicionado, en verano 24°C, y 21°C en invierno. Reducir la temperatura o aumentar la de la calefacción 1 grado representa un incremento de consumo del 8 por ciento.
Reducir la demanda
En el contexto energético actual, caracterizado por la creciente preocupación por lograr la sostenibilidad del medio ambiente y la seguridad de suministro energético, la búsqueda de soluciones en el lado de la demanda cobra cada vez más fuerza. Las medidas de gestión de la demanda, encaminadas a promover tanto la adquisición de equipos de bajo consumo, como el uso más eficiente de éstos, son consideradas por numerosos estudiosos e instituciones como piezas claves en el futuro de la energía.
En el momento en que los consumidores de a pie nos convirtamos en un protagonista de esta llamada fuerza invisible (electricidad), acabaremos con el modelo de consumo actual. Es volver a los orígenes en muchas cosas, desde abrir más los espacios y poder aprovechar la luz natural durante toda la jornada de trabajo y así solo utilizar un mínimo de luz artificial. Definir horarios para el uso de televisores, computadoras, tabletas y celulares es otra medida importante; el resto del tiempo apagarlos, desconectarlos y, por qué no, desconectarnos también de ellos. Organizar parte de nuestras actividades al aire libre, como el ejercicio o los juegos en familia; esto, además, es benéfico para para la salud. Caminar las distancias cortas, utilizar bicicleta, compartir trayectos en carro, entre otros, son otras formas de reducción de la demanda muy sencillas pero que en conjunto aportan a un cambio significativo. Volver a lo natural y a las viejas costumbres sin duda es parte de la solución.
Es probable que el grueso de la solución no esté en las manos de alguno de nosotros, sino en las grandes industrias y en los gobiernos, pero no podemos seguir esperando a que otros tomen acción. Debemos empezar desde casa, formar en estos hábitos a nuestros hijos y educar una generación para que sea protagonista de este cambio, con una mayor conciencia que la nuestra. No esperemos ya a que sucedan eventos “de película” como una pandemia mundial para poder hacer un alto y reflexionar.
Mtro. Juan Antonio Pinilla Rodríguez
Industrial de la construcción, académico, Presidente del Colegio de Ingenieros Mecánicos, Electricistas y Electrónicos del Estado de Veracruz, Vicepresidente del Consejo Coordinador Empresarial, CANACINTRA y CMIC. Director de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Cristóbal Colón.