La corrupción se combate desde dentro
Por Héctor Sánchez García
Arrancamos 2015 con un entorno económico, social y político desfavorable; actos de violencia nacional e internacional; volatilidad de los mercados y divisas. Sin embargo, se mantiene el optimismo y buenos propósitos para llevar a México por la dirección correcta en la aplicación de reformas estructurales, no más impuestos, reducciones de tarifas eléctricas, pronósticos de crecimiento de 3.9 por ciento en el PIB, producción récord de unidades automotrices, entre otros asuntos.
Un tema importante que está por definirse en el Congreso Nacional es la aprobación del Sistema Nacional Anticorrupción. Con consejos y acuerdos, la participación de la Sociedad, las ONG, los Colegios, las Cámaras y la sociedad civil impulsando estas acciones, se buscará reducir este fenómeno que degrada los valores éticos y morales y genera impactos negativos en todos los órdenes.
El concepto proviene del vocablo latino corrumpere, que quiere decir “echar a perder”. Por extensión, el vocablo ha llegado a significar “cambiar la naturaleza de una acción, o cosa, volviéndola degradada o mala”. En términos ético-morales, la palabra guarda vínculo con una cierta naturaleza o manera de ser que cambia o degenera.
La corrupción se da de muchas maneras en los sectores público y privado, promovidas mutuamente. Lo sentimos también cuando los profesionales (sin importar su especialidad) abusan de quienes utilizan sus servicios. En vez de buscar hacer un bien al prójimo o a la humanidad, lo miran desde un punto de vista económico. No quiero decir que los profesionales corruptos sean la regla, pero sí sostengo que todas las profesiones pueden caer en la corrupción.
La corrupción tiene múltiples caras: aceptación de dinero, recompensa o regalos por el otorgamiento o adjudicación de un contrato; sustracción de recursos públicos para uso privado; uso de recursos públicos destinados al desarrollo social para fines político-electorales; nepotismo; tráfico de influencias; establecimiento de sobreprecios para dar privilegios o incentivos odiosos a funcionarios o compradores públicos o privados en la ejecución de obras; recolección y fraudes tributarios; diagnósticos, peritajes y sanciones manipuladas para obtener beneficios con supuestas correcciones o cancelaciones de la clase gobernante o funcionarios públicos y privados con autoridad discrecional; cobros superiores a los fijados para favorecer en tiempos o fallos a un particular…
Por ello, es obligación y deber apoyar e impulsar a los legisladores en la urgente aprobación del Sistema Nacional Anticorrupción. Las causas que propician la corrupción deben tipificarse como delito y castigarse: salarios bajos y descendentes; baja responsabilidad; poca trasparencia; mala educación; principios éticos poco desarrollados y menos divulgados.
Para 2015, el propósito es cero tolerancia a la corrupción. Dado que nos afecta, en lo individual, en lo colectivo, en lo social, en lo político y en lo económico, y deseamos ponernos a trabajar en buenas conductas para expulsar a las malas, debemos adoptar acciones sin egoísmo o de intereses personales, por el bien común, y que esta nueva ley sancione sin impunidad los agravios a la sociedad. Así, habría claros beneficios contundentes: mayor y mejor gobernabilidad; mejora en los índices de desarrollo social; mayor credibilidad y aceptación de las políticas públicas y de los gobernantes; incremento en la efectividad y en los resultados; inversión más eficiente y productiva; niveles de inversión-beneficio mayores a precio-costo justo; mejora e incremento en la recolección de impuestos, disminuyendo la carga a los ciudadanos; mejora en el nivel de vida… Urgen legislaciones que privilegien la transparencia, sancionen conductas corruptas y castiguen a los culpables, sin permitir que el cáncer que invade y crece cada día más en nuestra economía siga adelante.
Tomar la Reforma Educativa y Cultural para propiciar valores éticos-morales como herramientas para una verdadera acción eficaz que combata de raíz la enfermedad social sería una opción. Nos toca contar con éticas leales y, ante todo, honradez. Nos toca combatir desde nuestra trinchera al mal de la corrupción, pues nace de la ética profesional, llámese como se llame la profesión.
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Héctor Sánchez García
Egresado del Centro de Investigaciones de la FCPAP de la UANL. Coordinador del Sector Salud del Gobierno Federal. Catedrático de la Facultad de Administración y Contaduría Pública. Es accionista y director General de SEPSA, empresa que ha generado expansión a cuatro empresas a nivel internacional.