El anunciado matrimonio entre la industria de la electricidad y la tecnología de la información
En el mundo de la tecnología hay un lento proceso que ya es evidente hoy día: la integración plena de los sistemas eléctricos con el de las telecomunicaciones y tecnologías de la información. En los últimos meses varias personas me han enseñado lo que pueden hacer con sus celulares. En un par de casos, varios colegas me han presumido los sistemas fotovoltaicos instalados en sus casas, mostrándome la curva de generación eléctrica de esa mañana y lo que, al mismo tiempo, consumen en sus hogares, e indicándome cuánto dinero han ahorrado durante el día, la semana, el mes y todo el tiempo que han operado los equipos.
En otro caso, en una exposición especializada, me presentaron el funcionamiento de un sistema moderno de iluminación interior (que puede cambiar de intensidad y color mediante dispositivos que son programables y/o manejables a control remoto) y me explicaron cómo es posible diseñar la iluminación de un espacio para que opere en varias modalidades de uso. Días después, un colega me enseñó en su celular la aplicación que le permite hacer eso en su casa. Hasta hablamos de que ya es posible generar ciertos ambientes con un solo botón para, por ejemplo, intentar hacer las paces con la pareja…
Por su parte, en Estados Unidos ya se anuncian masivamente los aparatos que pueden ser operados vía celular. Uno de ellos es una lavadora capaz de funcionar mediante una aplicación en el teléfono; otro es un refrigerador dotado de una cámara interior que permite saber qué alimentos hacen falta y tomar decisiones cuando va uno de compras, y otro más es el portero electrónico que contesta la puerta sin estar uno en la casa.
Hasta ya los celulares vienen con una aplicación que, con los aditamentos correspondientes, permite operar cerrojos y termostatos a control remoto. En resumen, los dispositivos que han venido funcionando conectados solamente a la electricidad, y que nos permiten tener servicios como luz, calor, frío y fuerza motriz, incluyen ahora tecnología que los conecta a las redes de telecomunicaciones; esto gracias a los sistemas en los que operan nuestros celulares y computadoras, en lo que se ha dado en llamar “el Internet de las Cosas”. Estos desarrollos tienen múltiples implicaciones que no puedo siquiera imaginar. Sin embargo, se perfilan algunas que son ya preocupaciones para la industria: en primer lugar, la seguridad de las instalaciones, seguida del consumo de energía adicional para operar las redes de telecomunicaciones y almacenar datos y, finalmente, la privacidad.
Sin lugar a dudas, la seguridad es una preocupación mayor que hoy se atiende cada vez más por parte de las industrias. En cuanto al consumo de energía, ya se han creado protocolos que evitan que todo esté conectado de la misma manera a las redes de comunicación, y que los centros de datos sean diseñados para requerir la menor cantidad de energía posible, además de que estos arreglos permitan un uso más inteligente de la misma. Finalmente, el asunto de la privacidad es uno de los grandes dilemas de nuestros tiempos, pues cada vez hay más registros fuera de nuestro control, no sólo de datos generales, sino también sobre nuestros hábitos cotidianos. Supongo que la privacidad será un tema que se definirá por las propias preferencias sociales. Ya veremos, pues, qué sucede en el futuro.
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Odón de Buen
Ingeniero mecánico electricista por la Universidad Nacional Autónoma de México. Estudió una maestría en Energía y Recursos por la universidad de Berkeley, en California. Fue profesor asociado de la Maestría de Ingeniería Energética en la UNAM y autor de diversos reportes técnicos sobre temas de ahorro de energía y energías renovables, publicados tanto en México como en Estados Unidos de América. Actualmente, es director General de la Conuee.