TPP: La conveniencia para México sigue en la incertidumbre
Por Irayda Rodríguez / Fotografías: archivo Constructor Eléctrico
De acuerdo con información dada a conocer por ProMéxico, nuestro país ha establecido acuerdos comerciales en tres continentes, gracias a que es una puerta de acceso a un mercado potencial de más de 1 mil millones de consumidores y 60 % del Producto Interno Bruto (PIB) a nivel mundial. Por ello, en total, pertenece a una red de 12 Tratados de Libre Comercio (TLC) con 46 países, 32 Acuerdos para la Promoción y Protección Recíproca de las Inversiones (APPRI) con 33 países y nueve acuerdos de alcance limitado (Acuerdos de Complementación Económica y Acuerdos de Alcance Parcial) en el marco de la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI), además de formar parte de organismos y foros multilaterales y regionales como la Organización Mundial del Comercio (OMC), el Mecanismo de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) y la ALADI y su reciente integración al bloque del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP).
Sin duda, uno de los más sonados y conocidos en la historia es el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), acuerdo que establece las reglas que rigen el comercio y las inversiones entre Canadá, Estados Unidos y nuestro país, el cual “marcó definitivamente para México un cambio de rumbo en su política de comercio internacional”, así lo señala el doctor Rodolfo Cruz Miramontes en su obra titulada Acuerdo Transpacífico (TPP): Una Visión Crítica, que forma parte del Acervo de la Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM. “En 1990, cuando se decidió negociar el TLCAN se incorporó a México a la corriente aperturista iniciada con el ingreso al Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio (GATT) en 1986. La negociación del nuevo tratado fue un acontecimiento trascendente, pues por vez primera se vislumbró la posibilidad de una integración regional que ya habían iniciado Canadá y los Estados Unidos poco antes con la firma de su tratado bilateral denominado Free Trade Agreement (FTA); sin embargo, el TLCAN superó en mucho a sus antecedentes, y además interrumpió la ronda Uruguay, que se había iniciado en 1986. Formalmente, en junio de 1991 se dio el banderazo de salida para la preparación de las leyes con el fin de que entrara en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte”.
Como apunta en su obra el maestro Cruz Miramontes, los secretarios del sector comercio internacional de México, Estados Unidos y Canadá establecieron seis mesas de trabajo acordes con los temas troncales del TLCAN, esto es, acceso a mercado, reglas de comercio, servicios, inversiones, propiedad intelectual y solución de controversias. Durante 14 meses, los mandatarios mantuvieron reuniones en Washington, D.C., Quebec, y la Ciudad de México, hasta que en diciembre de 1992 el tratado fue firmado y entró en vigor el 1 de enero de 1994, eliminando gradualmente las restricciones al comercio y a la inversión entre aquellos tres países de la región de América del Norte.
En una visión general, dada a conocer por el Gobierno, desde la puesta en marcha del TLCAN, los niveles de comercio e inversión se han incrementado en México, Estados Unidos y Canadá. Esto ha generado un crecimiento económico sólido, la creación de puestos de trabajo y una mayor variedad de bienes de consumo a mejores precios, dejando de ser un país que exportaba materias primas y petróleo, para exportar productos de alta manufactura. Además de preparar el terreno para promover nuevas asociaciones y oportunidades de negocios, donde compañías canadienses como Bombardier y Unique Solutions, estadunidenses como Caterpillar Inc. y Mary Kay Inc. han expandido su presencia en la región, al igual que las nacionales Mabe y Grupo Modelo. No obstante, a la par se ha puesto en entredicho si realmente estas condiciones han sido igualitarias para las tres naciones, o se trata de un intento sin resultados que ha derivado en la reducción de ingresos, el nulo crecimiento de la tasa de empleo e, incluso, el aumento en la demanda de importaciones en comparación con las cifras de lo que México produce y comercializa. ¿Por qué se plantea esta incertidumbre? Como recapitula la doctora Leticia Campos Aragón, investigadora titular C del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM:
Si los empresarios nacionales son capaces de tomar decisiones, buscan sus espacios, regulan y legislan sin perder autonomía, puede ser benéfico, pero la experiencia que tenemos es que los empresarios en América Latina se someten a las empresas extranjeras y las decisiones se toman desde fuera. La historia nos dice que el vínculo con Estados Unidos y Europa ha sido de desigualdad”
Como expone el doctor Miramontes en su análisis del TPP citado con anterioridad, “si bien durante las negociaciones del TLCAN se estimó que se presentarían estos problemas, los hechos han confirmado, y con creces, que es mejor la prevención, ofreciendo temas, planteando interrogantes, dudas y diversas lagunas que invitan a la reflexión y obligan a presentar soluciones. Ello no sólo con el propósito de mejorar el sistema, sino de plantear en los futuros acuerdos internacionales un sistema que sea útil, eficiente y expedito, que no sólo busque respetar los postulados de libre comercio, sino cuidar y cubrir con justicia y, sobre todo equidad, los intereses legítimos de la planta productiva nacional, evitando su sacrificio en aras de la vigencia rígida y ortodoxa de principios que solamente aprovechen a los intereses de los fuertes”.
Al respecto, el doctor Juan Ignacio Martí, director general Driescher y Wittjohann (DRIWISA), subsidiaria alemana fabricante de productos de media tensión establecida en México hace más de 45 años, agrega que de los acuerdos comerciales como el TLCAN deriva la globalización, escenario que tomó mayor impulso entre 2000 y 2002 y cuyos resultados inclinan la balanza hacia la perspectiva en las que son analizados, puesto que “para los gobiernos han sido buenos ya que ingresos tributarios y la economía tomaron impulso pero perdieron volatilidad, sobre todo en los países emergentes; sin embargo, cuando el impulso era muy fuerte, en 2007, se tomaron decisiones equivocadas en el sector financiero, en particular decisiones erróneas con derivados donde el auge de los acuerdos de comercio también tuvo un fuerte descalabro, de ahí que los recursos económicos dejaran de orientarse a su objetivo, que era el empuje de la industria, y se frenara el impulso que tenían los acuerdos de comercio para el sector de la manufactura y de ahí efectos de una desaceleración”. Esta revisión vale la pena de cara a la reciente firma del TPP, tema en auge que desde su anuncio ha sido punto de opiniones encontradas. El pacto, que todavía no se ha establecido si es refuerzo o un adiós al TLCAN, se encamina como una estrategia para unir socios comerciales de Norteamérica, Sudamérica, Oceanía y Asia, frente a un fuerte competidor: China. Mientras el gobierno nacional lo vislumbra como “la negociación comercial más relevante por su nivel de ambición, la amplia gama de disciplinas que incluye, los altos estándares que establece en cada una de ellas y el número de países participantes”, también ha sido criticado e, incluso, calificado como un peligro para la economía de los países en desarrollo.
Mucho ruido y pocas nueces
El TPP es un tratado de libre comercio multilateral fuertemente promovido por Estados Unidos y al que se suman 11 países: Japón, Australia, Nueva Zelanda, Malasia, Brunei, Singapur, Vietnam, Canadá, y los latinoamericanos México, Perú y Chile. Fue negociado en secreto por cinco años, oficialmente desde marzo de 2010 con la primera reunión que tuvo lugar en Melbourne, Australia, y un año más tarde se filtró el capítulo de propiedad intelectual negociado también en secreto, hecho que llamó la atención a nivel mundial pues, entre sus 30 capítulos, el acuerdo regula temas que van desde el comercio de productos, inversiones estatales, acceso a mercados, legislación laboral, servicios e inversión, medioambiente, derechos de autor y patentes, siendo estos últimos puntos los que más llamaron la atención.
Fue así que México se incorporó a las negociaciones en diciembre de 2012 (con el apoyo del sector privado y la sociedad civil) y en octubre de 2015 concluyeron las negociaciones para dar paso a la firma del tratado por los gobiernos de los países negociadores: el 4 de febrero de 2016, en Auckland, Nueva Zelanda, con el fin de que todos los países del TPP lleven a cabo sus procesos legales internos para que el tratado sea aprobado por los congresos locales.
En el caso de México, se someterá a la aprobación del Senado de la República. “Es una alianza y se convertirá en la octava alianza a nivel mundial por su PIB per cápita de 10 mil 294 millones de dólares, además, busca el fortalecimiento multiestatal y vuelve a cuatro países una potencia en América Latina, cuyo PIB en conjunto es de casi 36 %”, asegura la doctora Leticia Campos.
El TPP establece estos cuatro puntos principales:
- Mejora el acceso a mercados: Elimina o reduce las barreras arancelarias en seis nuevos mercados y profundiza los beneficios que ya se tienen en cinco países con los que se ha firmado un tratado
- Aborda nuevos desafíos comerciales: Promueve la innovación, la productividad y la competitividad
- Comercio incluyente: Incorpora nuevos elementos para asegurar que las economías de cualquier nivel de desarrollo y empresas de cualquier tamaño, particularmente las Pymes, puedan beneficiarse del comercio
- Plataforma para la integración regional: Busca potenciar el encadenamiento productivo, y que otras economías eventualmente se integren
A partir de dichos lineamientos, el tratado responde a una visión de largo alcance de un México próspero, establecido en el Plan Nacional de Desarrollo 2013-2018 y como determina la información emitida por el gobierno, esto sería posible a través de la apertura comercial y una política de fomento industrial e innovación que promueva un crecimiento económico equilibrado por sectores, regiones y empresas. Así, este tratado también contribuiría a un México con responsabilidad global mediante el impulso a la apertura comercial y el fomento a la integración regional. Siendo nuestro país el décimo quinto exportador más importante del mundo, entre el listado de productos que se venden a otros países se encuentran automóviles, autopartes, electrodomésticos, teléfonos celulares, computadoras, aeropartes, tomate, aguacate, espárragos y cerveza, por mencionar algunos. Estas industrias generan empleos en nuestro país e inyectan insumos a las cadenas de valor, generando mayor bienestar y crecimiento.
Sin embargo, refiere el doctor Juan Ignacio Martí, el panorama que enfrenta el TPP podría no ser tan alentador:
En resumen, son las empresas del sector privado quienes promueven los acuerdos de comercio y los gobiernos reaccionan a petición de los particulares. Por ello, estos acuerdos son buenos para las empresas porque nos vamos a economías de escala, a grandes volúmenes con productividad elevada y sostenida. Para la industria manufacturera son convenientes porque ganamos gran mercado, pero el empleo es local porque los acuerdos de comercio son de libre movilidad de productos y servicios, pero no de la mano de obra que, incluso, se queda rezagada por país y no alcanza el crecimiento económico de las empresas de los gobiernos participantes”
Al respecto, agrega, se tienen que hacer ciertos ajustes, por ejemplo en temas de migración, porque al acortarse las barreras pudiera ocurrir que el empleo local sufriera pérdidas. “Son factores que las empresas debimos haber previsto y no lo hicimos. Debimos haber previsto la libre movilidad de todos los factores de la producción, de recursos humanos, financieros y materiales en todo el conjunto, no sólo productos y servicios. Por ejemplo, con estos pactos comerciales, en vez de tener una planta manufacturera en México, Estados Unidos y Canadá, sucede que se establece una sola donde más convenga para minimizar los costos y maximizar las utilidades. Ese enfoque es natural, es un principio financiero básico pero como hicimos las cosas considerando el problema de manera integral, vienen problemas de ajuste que ahora se tienen que dar. Los empresarios vamos a tener que ser más objetivos, si queremos que la globalización siga adelante”.
En contraste, desde un análisis económico más profundo, la doctora Campos Aragón plantea que si los empresarios nacionales son capaces de tomar decisiones, regulan y legislan sin perder autonomía, el TPP puede ser benéfico, sin perder de vista que está en juego que la concentración de los recursos continúe en unas cuantas manos. “Hablar de una alianza es hablar de nuevas formas de organización social y de democracia. No queremos experimentos fallidos, no queremos corrupción y sin democracia es muy difícil combatir la inequidad social, la pobreza y la marginación, entonces, la pregunta es, ¿qué va a pasar con la concentración del poder? Queremos una participación activa de los ciudadanos, ¿quién la está ofreciendo y cómo va a combatir la pobreza esta alianza?”.
Esta incertidumbre sigue latente y con ella fluctúa el nivel de aceptación del TPP en diversos países. Como muestra, en medio del escenario en agitación ante las próximas elecciones en Estados Unidos, una reciente encuesta realizada por la compañía Morning Consult muestra que el nivel de interés y apoyo al Acuerdo ha aumentado sustancialmente, de marzo a agosto de 2016. El 35 por ciento de los encuestados se manifestó a favor del acuerdo, en comparación con el 22 por ciento que está en contra; sin embargo, hubo un revés inesperado hace un par de semanas, cuando el líder de la Mayoría del Senado en la nación estadunidense, Mitch McConnell, declaró que la aprobación del TPP no se llevaría a cabo durante la administración del presidente Barack Obama, hecho que, sin duda, pone en entredicho el futuro del acuerdo comercial.
Más preguntas que respuestas
La primera de las cuestiones que podría surgir ante la inclusión de México en el TPP es si las empresas del país están preparadas para ser parte de esta apertura comercial. Como respuesta, el doctor Juan Ignacio Martí explica que las pequeñas y medianas empresas podrían no estar listas para hacer frente a la inclusión en el mercado global, en un ambiente de competitividad, que también se ha discutido como limitada. “Quienes no cuenten con tecnologías de información y telecomunicaciones de punta, no van a poder competir; hay que estar conscientes de que son cuestiones costosas y que su implementación lleva tiempo. Esto puede ser un factor para que aumente el índice de concentración industrial con fusiones y adquisiciones de unas compañías a otras”, asegura.
Hablar de globalización también marca una interrogante acerca de si se establecerán alianzas con otros países de América Latina para blindar el bloque económico y estrechar lazos comerciales. De frente a estos nuevos retos, la doctora Leticia Campos cuestiona “¿qué va a pasar con los recursos naturales, la agricultura, la educación y las condiciones de vida y de trabajo de la población? ¿Van a mejorar el libre intercambio de bienes y servicios, o sólo servirá para satisfacer las necesidades de unas cuantas empresas? Cada vez tenemos muy claro que Latinoamérica necesita el impulso de proyectos de atención social y combate a la pobreza si queremos avanzar. ¿Cuál va a ser la relación con Estados Unidos dependiendo de quién gane las elecciones? Todavía hay poca información al respecto, frente a distintas alternativas de desarrollo en donde el modelo neoliberal sigue creciendo. ¿Qué va a pasar con los hábitos de los indígenas y con la agrorregulación? Aunque se escucha importante la presencia de tantos países, parece que hay más preguntas que afirmaciones, por el contexto político, social y cultural de la región, si no vamos a estar repitiendo formas caducas de integración en Latinoamérica. Creo que puede ser una oportunidad para actuar de manera distinta, fortaleciéndose y no de forma aislada”.
Finalmente, las perspectivas para el sector eléctrico y energético también están en el aire, pues no se ha establecido firmemente qué sucederá con recursos estratégicos como el petróleo, el gas y los minerales y, como expone la doctora Campos, todavía no se indica si se tiene planeado algún proyecto de interconexión de sistemas eléctricos entre los países que integran el bloque latinoamericano.
De igual forma, refiere el doctor Juan Ignacio Martí, todavía hacen falta incentivos para la generación de energía a partir de fuentes renovables, donde la presencia de empresas trasnacionales es evidente. A la par de esto, no se ha definido una reestructura eficiente para empresas como Pemex y CFE. “El requerimiento del sector eléctrico y energético del país es grande. Políticamente hablando, los recursos tienen que provenir del sector privado y ahí radica el problema político. Van a ser dos o tres años de incertidumbre, a menos que aceleren el proceso de fusiones y adquisiciones las empresas paraestatales. El sector eléctrico es el que menos está involucrado en la cuestión política y nos dejarán acelerar el proceso con lo que le han llamado privatización”.