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Cambio climático: a un paso del abismo (última de dos partes)

Cuando se habla sobre cambios en el comportamiento del clima, cruza la mente el aumento de calor o lluvias más abundantes. El ascenso en el nivel del mar o la extinción de ecosistemas enteros son una dura realidad que nos ha alcanzado irremediablemente

Por Christopher M. García

Puede resultar dramático, incluso exagerado, decir que el planeta y todos los seres vivos que habitan en él corren serio peligro de desaparecer en poco tiempo. Es posible que cause alarma y temor enlistar todos los desastres que están aquejando el planeta en este preciso momento. No obstante, más perjudicial y aterrador se tornaría si no se tomaran cartas en el asunto.

Se tiende a pensar que el cambio climático es un problema que sucederá en un futuro muy distante y que, en realidad, no llegaremos a presenciar sus efectos. Contrario a ello, los impactos negativos que el fenómeno está efectuando en diversos aspectos de la vida en la Tierra cada día son más evidentes, por no decir, graves e inevitables. La cantidad desmesurada de gases de efecto invernadero liberados a la atmósfera está elevando la temperatura del planeta y modificando las condiciones que se consideran normales.

Uno de los efectos más notorios es el derretimiento de los hielos polares, considerados perpetuos hasta hace poco, el cual ha comenzado a causar inconvenientes. En fechas recientes, se registró el desplazamiento a nado más largo de un oso polar, el cual recorrió 364 kilómetros de una plataforma a otra en busca de alimento.

También a causa de la fusión de enormes bloques de hielo en las regiones boreal y austral del planeta, el nivel promedio del mar ha aumentado considerablemente. Sus resultados son variados, desde el desplazamiento de las regiones selváticas bajas (de altitud mínima con respecto al nivel promedio del mar), que se están convirtiendo en selvas medias, debido al incremento en la altura del agua marina y los efectos adversos que infringe su alta salinidad en la vegetación; hasta el desplazamiento humano, como en el caso de Vancouver, Canadá, cuyo aeropuerto se ha decidido mudarlo, pues la zona ya no representa un lugar seguro ni propicio para las pistas de aterrizaje o las labores propias de este tipo de sitios.

Por otro lado, las temporadas de sequía, fenómeno que se consideraba cíclico hasta hace poco, se han exacerbado en diferentes regiones. Podría pensarse que debido al aumento en el nivel del mar la disponibilidad de agua se incrementaría; sin embargo, aunque la cantidad de agua es mayor, no es apta para consumo humano o de especies animales, pues la cantidad de sales minerales que contiene resultan altamente dañinas para el sistema de los seres vivos. Por tanto, se ha vuelto necesario incrementar los precios de los productos básicos de consumo humano a causa de la carestía. Ejemplo de ello es el aumento en el precio de los alimentos en EUA, que ya ha alcanzado 15 por ciento, y las continuas variaciones en los costos en México.

Con respecto a la flora, los cambios en las condiciones del clima han provocado la proliferación de plagas en las regiones de mayor densidad floral, las cuales han consumido grandes cantidades de bosques en EUA. Algunas zonas marítimas han registrado decrementos en la presencia de los arrecifes de coral, los cuales son los principales encargados de reducir la fuerza del oleaje que penetra la costa.

De la misma manera, la tala indiscriminada e ilegal de bosques representa un problema mayúsculo. Por un lado, los ecosistemas pierden el balance, puesto que las especies que habitan el lugar se ven privadas de hogar. La intensidad de los vientos se acrecienta al haber mayor campo despoblado, lo que produce mayores posibilidades de tornados. Finalmente, la absorción de CO2 que efectúan los bosques, llamados los pulmones de la Tierra, decrece y, por tanto, la cantidad de dióxido de carbono que llega a la atmósfera se multiplica.

En cuestiones meramente climáticas, llega a pensarse que los huracanes, inundaciones, tsunamis y demás fenómenos terrestres son causantes de las variaciones en el clima, cuando, en realidad, resulta lo opuesto. En sí, todos estos sucesos climáticos son naturales del planeta: “Los huracanes han sucedido, van a suceder y seguirán sucediendo”, menciona la doctora Vanessa Pérez-Cirera, Directora del Programa de Cambio Climático y Energía del Fondo Mundial para la Naturaleza. “El asunto es el exacerbamiento en la magnitud de estos fenómenos, lo cual tiene que ver con el cambio climático”.

Lo mismo se puede decir con respecto a la cantidad de temporales que se presentan en la actualidad. Desde que el mundo es mundo, las lluvias han sido parte fundamental del equilibrio ambiental; pero la manera en que los procesos de generación y consunción de energía se llevan a cabo ha incrementado la frecuencia y el tamaño en que se suscitan.

Todas estas evidencias aún pueden resultar lejanas. No obstante, muchas se tornan más tangibles cuando se comienza a hablar sobre las afecciones en la salud que se generan a raíz de la problemática. Una de las principales, que ya tiene incidencia decisiva en muchas naciones, es la hambruna y la deshidratación. Dichos fenómenos se consideraban hasta hace poco como propios de países subdesarrollados. Hoy, el asunto está cada vez más extendido a lo largo y ancho del planeta.

“Antes [las sequías] las veíamos, pero como un fenómeno cíclico; nunca llegaban a esos niveles. La pérdida de productividad en cosechas es ayer”, ironiza la doctora Pérez-Cirera. La falta de productos alimenticios de primera necesidad ya es un asunto que lleva tiempo en el mundo; frentes fríos a causa del derretimiento en los polos que dan pie a heladas que afectan las cosechas, provocando pérdidas de siembras enteras.

Del mismo modo, como señala la Directora del Programa de Cambio Climático y Energía del Fondo Mundial para la Naturaleza, “en términos de inundaciones también lo estamos viendo. Por la manera en que se encuentran planeados los asentamientos, se ven afectados cuando cae una cantidad de lluvia que no se tenía prevista”. Así como la ausencia de agua resulta perjudicial para los cultivos, su exceso es catastrófico, pues las semillas y los frutos incipientes se salen del surco y no alcanzan a germinar.

Las enfermedades de tipo respiratorio son prácticamente consideradas comunes en nuestros días. Lo cierto es que la mayoría es resultado de las variaciones drásticas en la temperatura ambiente. Asimismo, al existir más precipitaciones, los asentamientos de agua en las ciudades (charcos) son más frecuentes y dan origen a mosquitos, principales portadores de enfermedades como la malaria, el dengue y diferentes tipos de fiebre.

Causas del exacerbamiento
Debido a que los gases de efecto invernadero son el principal motivo del aumento en la temperatura y de las variaciones climáticas, “Existe la percepción de que es culpa de los procesos industriales; pero, en realidad, es la manera en que producimos energía y la cantidad que consumimos”, especifica la doctora Pérez-Cirera.

A escala global, “60 por ciento de los gases de efecto invernadero provienen de la generación de energía; en México, es el mismo porcentaje”, comenta. El asunto se agrava cuando se tiene consciencia de la cantidad de energía consumida. En sí, si la demanda de electricidad y combustibles no fuera cada día en ascenso, la necesidad de generarla en igual medida sería nula. No obstante, una de las áreas que mayor demanda de energía representa en el mundo, y en México en particular, es la industria del transporte. En nuestro país, “la parte del consumo energético por combustibles tiene la mayor tasa de crecimiento proyectada de todos los sectores. Ya no es sostenible la manera en que nos movemos, no es sostenible contar con automóviles individuales, con automóviles altamente ineficientes, en ciudades pequeñas”.

Por otra parte, el sector forestal representa un porcentaje elevado en cuanto a la emisión de gases de efecto invernadero, con 12 por ciento entre las actividades productivas. Esto se debe a que, cuando los bosques se degradan, no sólo emiten gases de efecto invernadero, sino que dejan de absorber CO2.

De toda la evidencia, los especialistas señalan que “desafortunadamente, hay poblaciones humanas y de especies animales que se verán más afectados. Es un asunto de equidad, porque las poblaciones que se van a ver más afectadas no son necesariamente las que se han beneficiado de estos esquemas productivos”, puntualiza Vanessa Pérez-Cirera.

Por ejemplo, entre los planteamientos señalados en el marco del Protocolo de Kioto, se encuentran los objetivos de mitigación en la emisión de gases de efecto invernadero para cada una de las naciones desarrolladas. Mas, como señala el doctor Víctor Manuel López López, Coordinador del Programa Institucional de Cambio Climático y Sustentabilidad, “a juzgar por los resultados de las últimas reuniones cumbre de las COPs (Conferencia de las Partes), China es uno de los más grandes emisores de GEI y, por ser considerado en el Protocolo de Kioto un país en desarrollo, no tiene obligación de disminuir sus emisiones. India posiblemente duplicará sus emisiones para el año 2030. Australia no ratificó su adhesión al Protocolo de Kioto”.

Estas especificaciones dejan ver que muchas naciones que producen gran parte de los gases que deterioran el equilibrio ambiental, no han asumido sus responsabilidades en el trabajo de mitigación. México, por su parte, a pesar de que se reconoce como país en desarrollo, ha adoptado las iniciativas y se ha comprometido a alcanzar una meta en los objetivos de mitigación. “Para antes de 2020, México propuso reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero en 30 por ciento, y ya tenemos un avance significativo, más que en cualquier otro país en vías de desarrollo. Pero todavía nos falta muchísimo para llegar a ese 30 por ciento. Obviamente, tenemos que hacer nuestro trabajo, pero otros también tienen que hacer lo propio”, comenta la doctora Pérez-Cirera.

 

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