En busca de la máxima eficiencia
La preocupación por potenciar a su mayor expresión la operación de los edificios y sus sistemas sigue ganando fuerza. Las compañías trasnacionales han abanderado esta búsqueda, pero las nacionales ya levantan la mano. Esta vez, corresponde a Imperquimia mostrar el grado de eficiencia que se logra con un buen diseño inicial, la incorporación de energía renovable y lo último en tecnología
Por Christopher García / Bruno Martínez, fotografías
Imperquimia es una de las pocas empresas nacionales que puede presumir medio siglo de historia y trabajo de vanguardia. Desde su fundación, el ingeniero Héctor Mario Gómez Galvarriato ha procurado mantener la innovación en la fabricación de impermeabilizantes y emulsiones asfálticas. Asimismo, ha mostrado preocupación por el entorno y por el bienestar que sus productos puedan otorgar. En sus laboratorios de investigación, ubicado en Tecámac, se mantienen en búsqueda constante de mejoras tecnológicas para los productos que comercializan.
Pero este objetivo no se limita sólo a sus productos: su nuevo edificio corporativo fue concebido para estar a la vanguardia, al reducir el consumo de energía al mínimo, emplear tecnologías de última generación y tener el menor impacto sobre el entorno.
Con estas metas, buscan obtener el nivel Platino en la certificación Leadership in Energy and Environmental Design (LEED), esquema que evalúa el consumo energético y el impacto ambiental que registran las edificaciones.
Dado que dicho esquema se enfoca en prácticamente todos los aspectos del funcionamiento del edificio: iluminación, consumo de energía, diseño, integración con el espacio, movilidad, confort, entre muchos otros rubros, el proyecto se concibió de manera integral, con especial énfasis en lograr consumo mínimo de energía, sin sacrificar confort ni operatividad.
Los arquitectos Margarita Gómez G. y Antonio Creixell, desarrolladores del proyecto, explican que el diseño fue crucial, pues lo que no se prevenga durante este punto tendrá que corregirse más tarde, con costos mayores y menor rango de eficacia.
Se recurrió al modelado energético, lo cual permitió reducir drásticamente la ganancia térmica, la necesidad de sistemas de climatización, ventilación y extracción, así como aprovechar los recursos naturales para cubrir aspectos de iluminación, ventilación y generación de energía eléctrica. En otras palabras, se buscó evitar el uso de sistemas mecánicos y reemplazarlos por sistemas pasivos.
Elementos conjugados
Los dos sistemas que conforman la envolvente del edificio son los que mayores beneficios brindan. El primero, y acaso el más importante, es la malla perforada recubierta con pintura blanca, que funge como una suerte de fachada falsa; tanto los orificios como la pintura de la malla evitan que el edificio gane temperatura. Además, entre la malla perforada y la fachada principal se instaló rejilla tipo Irving, con lo que se consigue un flujo natural de aire, que también disipa calor. En conjunto, la necesidad de sistemas de aire acondicionado se reduce al mínimo y, con ello, la facturación eléctrica.
Malla perforada. Se instaló en dos de las cuatro fachadas del edificio. La ingeniera María Alarcón, directora de Planeación y Tecnologías de la Información en Imperquimia, afirma que ha sido tan benéfica, que la diferencia de temperatura entre las oficinas que no están protegidas por la malla y las que sí ha sido de hasta 6 grados centígrados, lo que en términos de consumo energético es un ahorro considerable.
El segundo elemento es un cristal de doble capa, que cumple dos funciones: permitir el paso de luz natural y limitar la ganancia de calor. Dichos cristales se complementan con cancelería diseñada para romper el puente térmico, al contar con un elemento plástico que impide la transferencia de calor.
Azotea verde. Es otro de los sistemas que reducen la ganancia térmica. Para su instalación se empleó un sistema de impermeabilización de la propia empresa, basado en mantos prefabricados con protección preventiva contra la penetración de raíces vegetales. Se colocó un drenaje con membrana de geotextil de poliéster, con soportes de polipropileno rígido, y encima de esto la tierra propiamente dicha. La azotea verde permite regular la temperatura, de manera que no sólo la baja en verano, sino que en invierno reduce los niveles de frío, mediante el efecto de isla; la regulación impacta a todo el complejo.
En esta área, la iluminación, diseñada por la arquitecta Sandra Luna, la conforman dos tipos principales: antorchas y pérgolas, ambas de LED, las cuales están controladas con reloj astronómico. La orientación de ambos tipos de luminarios es hacia el interior del edificio para evitar contaminar el espacio circundante con luz artificial durante la noche.
Enmarcado por la azotea verde se localiza un salón multiusos, diseñado para adaptarse a las necesidades de cada ocasión. Para ello, cuenta con muros abatibles colocados en el centro del salón, con lo cual puede expandirse al doble de su tamaño. La iluminación es dada por LED atenuables, distribuidos para cubrir todos los rincones del espacio. La luz artificial se emplea sólo durante la noche, pues los muros de cristal permiten aprovechar la luz natural durante el día. Además, el salón cuenta con sensores de presencia, tanto vinculados con los sistemas de iluminación como con los de climatización, que detectan cuando algún sitio está vacío y se encargan de apagarlos; de tal modo, se evitan consumos innecesarios.
El mismo concepto se implementó en los demás pisos del edificio: salas de reuniones, oficinas y áreas comunes. La iluminación, de tipo LED atenuable y apoyada por sensores de presencia se emplea sólo cuando es necesaria para aprovechar al máximo el elemento natural. En los vestíbulos, se recurrió también a lámparas LED atenuables, las cuales se vinculan con sensores de día y de presencia. Esto les permite adaptar sus niveles al grado de luminosidad del ambiente y reducir su consumo de energía.
Suministro de energía renovable. Sobre el techo del salón de usos múltiples se instaló un conjunto de paneles fotovoltaicos, que aportan 6 por ciento de la energía que consume el corporativo. En total, son tres arreglos de 27 módulos fotovoltaicos cada uno, conectados a sus respectivos inversores. La energía no utilizada se entrega a la red general de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), que cuantifica el balance entre consumo y aportación con un medidor bidireccional.
El arquitecto Juan Carlos Brambilia, quien ejecutó la segunda etapa de la construcción del edificio, menciona que el primer eslabón del sistema eléctrico base es el transformador, que fue donado a la CFE para labores de inspección y mantenimiento. Éste recibe la alimentación de la línea principal a pie de calle. La transición aéreo-subterránea lleva la energía a un pozo de registro, tras lo cual llega al transformador. A un costado de éste, se encuentran los medidores regulares del edificio y el bidireccional para los paneles solares.
En el cuarto eléctrico se localizan los tableros de distribución tipo I-Line para el suministro a cada piso del edificio de manera independiente. El cerebro del sistema de automatización también se ubica en este cuarto, así como los tableros de los paneles, un UPS y la planta de emergencia. Sobre ésta cabe destacar que opera mediante gas natural, suministrado por la red general de distribución; con ello, se suprimió la necesidad de contar con un tanque de almacenamiento de combustible y se mantiene el suministro continuo. También en este sitio se ubican los transformadores de las celdas fotovoltaicas, que permiten ver en tiempo real lo que se está generando.
Estacionamiento. El edificio cuenta con seis niveles de estacionamiento, con todos los lineamientos que exige el reglamento de la ciudad. En cada nivel se instalaron sensores de presencia para evitar desperdicios de energía. Un rasgo destacable de la iluminación del estacionamiento es que, a nivel de calle, también enciende con el tránsito exterior de peatones, lo que ha resultado benéfico para los vecinos; el nivel de iluminación es suficiente para brindar seguridad, sin contaminar el ambiente exterior. Estos luminarios también funcionan mediante un timer, de modo que el encendido sólo se realiza cuando es necesario y evita que se mantengan en ausencia de ocupación.
La rejilla Irving empleada en esta área favorece la ventilación en los estacionamientos, con lo cual sólo es necesario contar con elementos de extracción programada en horarios pico.
En conjunto, todos los elementos cumplen con las premisas de diseño necesarias para que el edificio consumiera menos energía que el edificio promedio. La elección de cada solución en cuanto a materiales específicos, tecnologías, elementos para la envolvente, luminarios, sensores y sistemas de automatización pasaron por un riguroso proceso de evaluación, hasta que se logró el proyecto final, que satisfizo las necesidades de la edificación.
El compromiso que Grupo Imperquimia ha mantenido con la innovación sustentable, patente en sus productos y en su infraestructura de investigación, extiende ahora sus alcances hasta su nuevo edificio corporativo.