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10 momentos que cambiaron la industria eléctrica

Por Irayda Rodríguez y Christopher García

1. El inicio de la electrificación

En el último cuarto del siglo XIX, y principios del siglo XX, comenzó el auge de las grandes ciudades en México. La antigua capital tuvo un crecimiento sostenido y las innovaciones tecnológicas de la época tomaron un rol primordial.

En 1879 entró en funcionamiento la primera planta eléctrica de la República, en una fábrica textil de Guanajuato. A partir de 1881, se otorgaron los primeros permisos de explotación de ríos a inversionistas privados para generar electricidad y se instalaron las primeras lámparas incandescentes para alumbrado público.

La doctora Leticia Campos Aragón, investigadora Titular C del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, especialista en Industria Eléctrica Nacional, describe: “En 1891 se autorizaron otros permisos para que los particulares explotaran el carbón de nuestras minas y generaran electricidad por medios térmicos. Así se impulsó el sistema completo de distribución diseñado por Edison, que implicaba que plantas generadoras de electricidad se conectaran entre sí mediante una red de conducción capaz de recibir corriente de diferentes puntos y transmitir la energía desde el lugar de producción hasta el centro de consumo; a la vez que estas plantas compartieran sus reservas en caso de fallas. Este sistema permitió que se midiera por primera vez la electricidad para venderla, como se vendía el gas. México respondió a una innovación mundial que adoptó y revolucionó el desarrollo de la técnica para la creación de nuevas ramas en la industria moderna, como la electrotermia, la electroquímica y el aprovechamiento de nuevas materias primas, como el aluminio”.

Poco después se construyó el primer gran sistema hidroeléctrico en Necaxa, Puebla, con lo que inició la formación de lo que sería durante varias décadas el sistema eléctrico más importante del país. El contrato, firmado en febrero de 1903, concesionó a la empresa anglocanadiense Mexican Light and Power Company para encargarse de la demanda de electricidad en el Distrito Federal, Puebla, Hidalgo, Morelos, Tlaxcala, Querétaro, Guanajuato, Guerrero, Michoacán y Veracruz.

2. Creación de la Comisión Federal de Electricidad

Para 1937, tres empresas privadas se encargaban del suministro eléctrico. De los 18.3 millones de habitantes de México, sólo 7 millones recibían el fluido, con interrupciones constantes y tarifas elevadas. El 14 de agosto del mismo año, el Gobierno Federal, encabezado por el presiente Lázaro Cárdenas, promulgó la ley para la creación de la Comisión Federal de Electricidad (CFE).

Se le encomendó organizar y dirigir un sistema nacional de generación, transmisión y distribución de energía eléctrica, basado en principios técnicos y económicos, sin fines de lucro y con el objetivo de obtener, a costo mínimo, el mayor rendimiento en beneficio de los intereses generales. Comenzó la construcción de plantas generadoras para ampliar las redes, extender el alumbrado público y electrificar comunidades.

“Con la creación de la CFE, se promulga la Ley de la Industria Eléctrica y se empiezan a preparar los cimientos para la industrialización que estaba impulsándose en el país, ante una mayor demanda industrial, comercial, de servicios y residencial, además de la migración del campo a la ciudad, que incrementó la demanda de electricidad para actividades cotidianas. Fue un progreso del gobierno Cardenista, porque se empezó a hablar de la conexión del servicio público de electricidad y, con las plantas hidroeléctricas, la CFE asumió un papel predominante”, asegura la doctora Campos.

La Ley, abunda, fue una de las más avanzadas de la época, pero carecía de metodología para calcular las tarifas. “Se basaba en resultados económicos y financieros de las empresas, no en las condiciones económicas y sociales de la República, ni en la calidad de pago y las características de los consumidores y servicios. En 1941 se crea la Comisión de Tarifas Eléctricas y, en 1949, la CFE se reestructura por decreto presidencial como organismo público, centralizado y con patrimonio propio. Construyó 22 plantas hidroeléctricas, que fueron orgullo de la ingeniería civil mexicana, y, como paradoja de la historia, desde 1943 vendía electricidad a empresas privadas extranjeras que operaban en México para revenderla en otras zonas”.

3. Nacionalización de la industria

Para 1952, luego de que la CFE fuera declarada organismo público descentralizado en 1949 por el presidente Miguel Alemán, 50 % de la capacidad instalada y generación de electricidad en el país era responsabilidad de la CFE, explica la investigadora de la UNAM. “En esos años había problemas de escasez, porque si a las empresa privadas no les convenía, no proveían y no había quién las obligara a proveer electricidad a los usuarios, eso se reflejaba en la mala calidad del servicio”.

El año de 1960 fue crucial. El Ejecutivo Federal comenzó negociaciones para comprar las acciones y bienes de las empresas extranjeras que suministraban la electricidad. El Gobierno adquirió 19 plantas generadoras que ofrecían servicio a la Ciudad de México y a cinco estados aledaños, 16 plantas hidráulicas, tres termoeléctricas, líneas de transmisión, distribución y baja tensión, dos subestaciones transformadoras, 38 subestaciones receptoras, equipo y varios inmuebles. El 1 de septiembre de 1960, el presidente Adolfo López Mateos anunció una reforma al artículo 27 constitucional para que no se otorgaran concesiones a particulares para la prestación del servicio público de energía eléctrica.

En 1963, la Mexican Light and Power Company se convirtió en Compañía de Luz y Fuerza del Centro (LyFC). Para Odón de Buen, director General de la Comisión Nacional para el Uso Eficiente de la Energía (Conuee), éste fue “el punto de partida para que el Gobierno mexicano tuviese el control del proceso de integración de la red eléctrica nacional, que se logró luego de varias décadas”.

A la nacionalización de la industria, agrega la doctora Campos, estuvo relacionada la unificación de la frecuencia de 50 a 60 ciclos por segundo. “Antes de eso, había dos sistemas con frecuencias distintas y para interconectar la red eléctrica nacional se modificó la que tenía la Ciudad de México, para estar en los mismos ciclos y poderse interconectar”. Esta planeación a largo plazo se hizo fuera del centro del país, sobre todo en el norte, por la interconexión de plantas generadoras a través del sistema de alta tensión. “Se mejoraron los factores de utilización y carga en las plantas, con eso se redujeron costos de operación, porque la interconexión generó condiciones para producir energía en las plantas más eficientes. La nacionalización amplió el uso de la energía eléctrica y se estableció el principio de igualdad en el precio de la electricidad, tomando en cuenta el uso, la atención de los usuarios, el consumo y el horario, además de garantizar una mayor continuidad del servicio”.

La interconexión generó condiciones para producir energía en las plantas más eficientes. La nacionalización amplió el uso de la energía eléctrica y se estableció el principio de igualdad en el precio de la electricidad, tomando en cuenta el uso, la atención de los usuarios, el consumo y el horario, además de garantizar mayor continuidad en el servicio”: Leticia Campos Aragón, Investigadora Titular C del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM


4. Desarrollo tecnológico nacional

En las décadas de 1940 y 1950, las grandes hidroeléctricas comenzaron a multiplicarse y la generación de energía, con base en este recurso, cobró fuerza. Se construyeron las plantas de Zumpimito, Colotlipa y Colimilla, Santa Bárbara, Tingambato, Temascal, Cóbano y Oviachic. Para la década de 1960, surgen Novillo, Santa Rosa, Mazatepec, Infiernillo y Malpaso, y en la década de 1970 se edificaron Humaya, Villita y Angostura, hasta llegar a la construcción de la gran Presa Manuel Moreno Torres (Chicoasén), inaugurada en 1980 y localizada al final del Parque Nacional Cañón del Sumidero, a 41 kilómetros al noreste de la ciudad de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.

“Ese hecho abrió el camino para otras grandes presas, destinadas a producir energía eléctrica en grandes cantidades y enviarla a los centros de consumo a varios cientos de kilómetros de distancia, a través de líneas de 400 kV”, sostiene el doctor José Luis Fernández Zayas, director Ejecutivo del Instituto de Investigaciones Eléctricas (IIE).

En otros sectores, continúa el doctor Fernández, desde 1975 empezaron a producirse transformadores para líneas de 400 kV. “Quien ganó la licitación fue industrias IEM, con tecnología mexicana y apoyo de Westinghouse. Hizo una gran nave constructora que está todavía en operación en el norte del Valle de México, con una altura útil de más de 35 metros. Fue un diseño civil de una empresa mexicana, que incluía, entre otras grandes cosas, las grúas puente para el transporte interno. Posteriormente, se decidió que se construyeran, con diseño mexicano, los equipos que servirían para eliminar la humedad residual en la construcción de los transformadores y otras máquinas que permiten su armado rápido y pruebas antes de ser embarcados. Todavía México, el día de hoy, preserva el liderazgo en ese tipo de transformadores a nivel internacional”.

A la par de los desarrollos hidroeléctricos, explica Odón de Buen, se edificaron plantas que aprovecharon la producción petrolera y termoeléctrica y, a principios de la década de 1990, aparecen las centrales de ciclo combinado, a la par de que el gas natural empezó a cobrar importancia, hasta superar el uso de combustóleo como energético.

5. Electrificación de colonias proletarias

Desde finales de la década de 1950, y a su conclusión en la década de 1980, el proyecto de electrificación de las colonias proletarias en la Ciudad de México y la zona metropolitana fue responsabilidad de la desaparecida LyFC. Ante la falta de servicios públicos en estas zonas, fue necesaria la legitimación del uso de electricidad entre los usuarios con una inversión de cerca de 4 millones de pesos, que benefició a más de 12 mil habitantes en su primera etapa. “Con la nacionalización de la industria, se elaboró el Plan Nacional de Electrificación. Lo más importante fue la decisión estatal de planear a largo plazo el sistema nacional de generación, transmisión y distribución. Como la electricidad no se puede almacenar en cantidades significativas, la oferta se tiene que adelantar a la demanda porque no se puede construir una planta de un día para otro”, comenta Leticia Campos Aragón.

Esta estrategia de mejoramiento urbano, además, cumplió un objetivo social para contribuir a elevar la calidad de vida de los mexicanos, hecho que Odón de Buen recuerda a detalle, pues fue su padre una de las figuras que encabezó el proceso. “Para mí es una historia familiar, además de ser un momento que marcó a la industria eléctrica. Mi padre estuvo involucrado en todo el proyecto de integrar a las viviendas que carecían de electricidad en las zonas urbanas; algunos vivían colgados de las líneas. Un ejemplo de ello fue Nezahualcóyotl, donde 1 millón de habitantes fueron integrados a la red eléctrica entre 1971 y 1973”.

6. Ley del 92

Teniendo en la mira la reestructura integral de la industria eléctrica, en 1992 se publicaron las reformas a la Ley del Servicio Público de Energía Eléctrica. Con ellas se abrió un espacio limitado a la participación privada nacional y extranjera, en autoabastecimiento, cogeneración, producción independiente, producción de energía para venta a la CFE, pequeña producción, exportación de electricidad derivada de cogeneración, importación de energía exclusivamente para usos propios y generación de energía destinada a uso en emergencias derivadas de interrupciones en el servicio público. Estas modificaciones reconocían la necesidad de ampliar la oferta, ante las limitantes financieras del Estado, si bien se mantuvo la exclusividad en la generación de electricidad para el servicio público.

“La Ley del 92 inició la participación del sector privado en la generación en varias modalidades, lo que eran los productores independientes que contrataron a la CFE. Coincidió con la entrada del gas natural para una mayor eficiencia y empezaron a aparecer pequeñas plantas de autoabastecimiento, junto con las grandes plantas eólicas. Es un proceso que tomó como 15 años, desde la Ley hasta el primer ladrillo para las plantas en La Ventosa”, recuerda el doctor De Buen.

Esa ley permitió, en su momento, ajustes a los instrumentos regulatorios de la CRE, que aprobaron los contratos de interconexión y autoabastecimiento para el funcionamiento de plantas eólicas, comenta el también director General de la Conuee. “Esto derivó en contratos de conexión de menor capacidad en temas fotovoltaicos, que es la base para la Generación Distribuida. Las llamadas plantas ‘piqueras’, que siguen operando en edificios e industria, entraban a funcionar en horas pico y se desconectaban de la red. Esto permitió empezar a tener generación distribuida, elemento central en la arquitectura del sector eléctrico del futuro, que depende cada vez menos de grandes plantas lejos de los centros de consumo y cada vez más de generación local, principalmente renovable”.

La Ley del 92 inició la participación del sector privado en la generación. Coincidió con la entrada del gas natural para una mayor eficiencia y empezaron a aparecer pequeñas plantas de autoabastecimiento, junto con las grandes plantas eólicas”: Odón de Buen Rodríguez, director General de la Conuee

7. TLCAN y el nacimiento de las UVIE

El 1 de enero de 1994, entró en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Este hecho, sostiene el ingeniero Antonio Macías, director para Latinoamérica y El Caribe en la National Fire Protection Association, “cambió a todo México. Una parte importante del ejercicio de la profesión se modificó completamente. En la Secretaría de Comercio y Fomento Industrial (Secofi) había bastante rigor en ese tiempo: sin planos aprobados, no se podían iniciar obras bajo ninguna circunstancia. Y no estoy en desacuerdo, pero los planos tardaban meses en salir. Se empezó a convertir en una obstrucción para el desarrollo del país y para la construcción de nuevas obras”.

Este aspecto, recuerda, impulsó cambios fundamentales en el sector. “Se creó un grupo de expertos técnicos y se firmó un convenio tripartita entre el Colegio de Ingenieros Mecánicos Electricistas (CIME), la Secofi y el IIE. Se hizo una lista de peritos colegiados, examinados imparcialmente mediante una prueba que se refería a toda la carrera de Ingeniería Eléctrica. Hubo 28 peritos, quienes tenían la facultad de dejar una copia de sus planos para revisión y se les autorizaba inmediatamente la construcción. Ahí empezó la conformación de las Unidades de Verificación (UV)”.

Un grupo importante de ingenieros impulsó todo esto: “Eusebio Fernández Rodas, Carmelo Maes Blanco, Julio Luna Castillo, Rogelio Gasca Neri, quien era subsecretario de la Secofi, su hermano José Gasca Neri, quien era el presidente de la Asociación Mexicana de Ingenieros Mecánicos Electricistas, el ingeniero Héctor Sánchez Ceballos, el ingeniero Pedrote y el ingeniero Raúl González Apaulaza, quien era presidente del CIME y ahora está a cargo de la construcción del nuevo AICM” y el propio ingeniero Macías propusieron que las primeras UV fueran las de instalaciones eléctricas, para hacer funcionar la recién publicada Ley de Metrología y Normalización, que por entonces, asegura, “en estricto sentido era letra muerta”.

Al mismo tiempo, se actualizaron las normas técnicas de instalaciones eléctricas con base en el National Electrical Code de 1993. “Ya con el libro, se hizo un gran trabajo en la Secofi, bajo la dirección del ingeniero Sánchez Ceballos. Se preparó un examen, se preparó a las UVIE, se preparó el Manual Único de Calidad, se nos capacitó, nosotros capacitamos a otros, se hizo una ola nacional y llegamos a ser casi 800 UVIE en todo el país”.

El ingeniero Macías sostiene que esto permitió erigir las tres columnas esenciales de la seguridad en el sector: la Norma Oficial Mexicana de producto (NOM-001-SEDE), los laboratorios de prueba y las UVIE. “Sobre estos tres pilares se sustenta todo el sistema de seguridad”.

El doctor Fernández Zayas destaca que el TLCAN y la industria eléctrica mexicana convergieron en el terreno de la innovación: hubo intercambios tecnológicos nacionales que comparten crédito con socios en Estados Unidos y Canadá. Sin embargo, el doctor Fernández asegura que el TLCAN no fue precisamente una panacea económica para los nacionales: “La experiencia fue catastrófica para muchas empresas. Varios industriales mexicanos decidieron unificar sus capacidades para enfrentar la competencia internacional, aunque no siempre les fue bien. Algunas de las grandes empresas metalmecánicas o de bienes de capital fracasaron en ese proceso. Afortunadamente, las que sobrevivieron estaban mucho más fortalecidas y ahora son grandes exportadoras que compiten con China y otras naciones”.

La experiencia fue catastrófica para muchas empresas. Varios industriales mexicanos decidieron unificar sus capacidades para enfrentar la competencia internacional, aunque no siempre les fue bien. Algunas de las grandes empresas metalmecánicas o de bienes de capital fracasaron en ese proceso. Afortunadamente, las que sobrevivieron estaban mucho más fortalecidas y ahora son grandes exportadoras que compiten con China y otras naciones”: José Luis Fernández, Director Ejecutivo del IIE

 8. Desaparición de LyFC

Con el cambio de milenio, también cambiaron aspectos importantes de la industria. El 11 de octubre de 2009, el presidente Felipe Calderón declaró oficial la disolución de LyFC, organismo público descentralizado que brindaba servicio a la zona centro del país. La importante labor que la compañía desempeñó por décadas se había transformado ya en su exacto opuesto. “La empresa se volvió insolvente: tenía serios problemas de pérdidas de energía en la zona que atendía, a niveles muy elevados. El Gobierno decidió revisar su situación y declarar su liquidación, con lo que comenzó a darse un cambio a un modelo más eficiente que culminaría con la reforma de esta administración”, explica César Hernández, subsecretario de Electricidad de la Secretaría de Energía (Sener).

Asimismo, el ingeniero Macías converge, aunque con ciertos matices, en que “hubo problemas políticos, como en muchas áreas de nuestro país, y los sindicatos se convirtieron en una institución no gremial y laboral, sino política. Ahí empezaron serias dificultades. No toda la culpa fue del sindicato, que fue vanguardia ideológica en los derechos de los trabajadores y del desarrollo del país. Pero el contubernio entre el Estado, la dirección de la empresa y el sindicato fue debilitando todo el sistema y lo fue corrompiendo, hasta que se convirtió en un problema profundo”.

Recuerda que en las décadas de 1960 y 1970, ser ingeniero de la compañía de LyFC era un privilegio, “era una élite: el mayor conocimiento de la industria eléctrica, la mayor capacidad técnica, el funcionamiento más adecuado de los sistemas eléctricos se daba en LyFC. De hecho, la CFE fue creciendo con los ingenieros de LyFC. Pero lo que en un tiempo era excelente, por las circunstancias de desarrollo nacional se convirtió en un verdadero problema. No sé si la desaparición de LyFC resolvió el problema, pero ocasionó otras injusticias”.

Para la doctora Campos Aragón, se trató de “una medida de un presidente mediocre, como lo fue Calderón, para que su administración pareciera valiente, aunque, en realidad, fue un acto cobarde, porque despidió a 34 mil trabajadores con tremenda experiencia en distribuir electricidad en una zona muy importante, donde se genera 40 % del PIB nacional. Todo el mundo veía a los trabajadores de LyFC como ineptos, pero no veían que la ciudad no tenía apagones. Ahora sabremos qué son los apagones. Son tiempos de mercado, de especulación; no son tiempos de Estado, ni de planeación, ni de ver por la mayoría de los mexicanos. No debieron destruir lo que con tanto esfuerzo, trabajo y dinero del pueblo mexicano se había construido”.

En sus mejores momentos, los trabajadores de LyFC electrificaron Santa Fe y el WTC, además de que lograron medir este último por control remoto, “una de las mayores innovaciones en materia de distribución a nivel mundial. Por órdenes de las administraciones descuidaron zonas pobres como Neza, o eso era lo que la televisión mostraba. Esos trabajadores tenían mucha experiencia, transmitida de generación en generación, y quienes la aprovecharon fueron las empresas internacionales. Esos trabajadores ahora laboran en Siemens, lo que prueba que no eran tan flojos ni tan malos. Además, la zona de abastecimiento y distribución no tenía comparación con otra ciudad de la República: se abastece a millones de habitantes en la Ciudad de México. Es doloroso ver cómo gente que podía haber dado mucho más fue puesta al servicio de los particulares y se desechó la oportunidad de explotar ese conocimiento”.

En la Ley de Transición Energética e, incluso, en el paquete grande de reformas de la Ley de la Industria Eléctrica, se incorpora ya un sistema de Certificados de Energía Limpia. Son decisiones que están en línea con lo que se requiere ante el cambio climático, una amenaza para el futuro del planeta”: César Hernández, Subsecretario de Electricidad de la Sener

9. Cambio climático y el auge de las renovables

La sospecha de que las actividades productivas humanas modifican el clima ha existido desde mediados del siglo XIX, cuando se descubrió el efecto invernadero natural (1859, John Tyndall). Pero fue hasta la década de 1990, que el consenso entre los expertos se alcanzó. Con ello, el panorama energético mundial se comenzó a modificar, al detectarse que las plantas de generación basadas en la quema de combustibles fósiles, principal tecnología usada aún en la actualidad, eran responsables de más de dos terceras partes de las emisiones totales de CO2 (uno de los gases que provocan el efecto invernadero).

César Hernández asegura que “en México y en la mayoría de los países, el cambio climático ha impulsado las energías limpias y diferentes esquemas de promoción de medidas de eficiencia energética como sustitución de combustibles, que tienden a reducir la emisión de gases de efecto invernadero a la atmósfera. En la Ley de Transición Energética e, incluso, en el paquete grande de reformas de la Ley de la Industria Eléctrica, se incorpora ya un sistema de Certificados de Energía Limpia. Son decisiones que están en línea con lo que se requiere ante el cambio climático, una amenaza para el futuro del planeta”.

Todavía en México, ataja el ingeniero De Buen, “más de 80 % de la generación de electricidad viene de combustibles fósiles, por lo que hay impactos en las propias zonas donde están las plantas eléctricas y, en general,  en el ambiente. Ahora vienen cambios significativos en la arquitectura del sistema con la pequeña generación in situ, especialmente con renovables, particularmente lo fotovoltaico, pero también usando gas natural y cogeneración en pequeño. Esto modifica la forma en la que se distribuye electricidad. Hacia el futuro, lo más complicado será gestionar los flujos de electricidad entre usuarios, más que nada porque no será sólo un receptor de electricidad centralizada, sino que estará aportando a la red”.

La Reforma Energética tardó demasiado. No sé si lo que se ha hecho en verdad va a resolver los problemas, pero era imposible que siguiéramos como estábamos. Ya tristemente está demostrado que la inventiva, la iniciativa y el desarrollo tienen un solo estímulo auténtico: la codicia. Conceptualmente, es un paso muy importante para el país, pero el diablo está en los detalles”: Antonio Macías, Director de la NFPA para Latinoamérica y el Caribe

10. Reforma Energética

La aprobación en diciembre de 2013 de las modificaciones a los artículos 25, 27 y 28 constitucionales es una de las decisiones políticas más controvertidas de la historia reciente. El subsecretario de Electricidad de la Sener lo concibe como el momento más importante para la industria, “que rompió un paradigma basado en monopolios de Estado para operar los sectores del petróleo y electricidad y que se sustituyó por un esquema más parecido y compatible con el que rige en la mayor parte del mundo, basado en competencia, acceso abierto a redes y modelos contractuales modernos. Ya en 2014, sucedió la aprobación del paquete de leyes secundarias, clave para la Reforma, más un conjunto de reformas legales y otras leyes, también, que son muy importantes. Los grandes trazos constitucionales adquieren,  de este modo, concreción en instituciones. Ahí se trazan los elementos básicos de diseño de mercado, la existencia del mercado a corto plazo, de las subastas de mediano y largo plazos, la existencia del mercado de energía y servicios conexos, mercado de capacidad, el instrumento de CEL, el otro instrumento de hechos financieros de transición, la separación, la organización y la arquitectura industrial, donde la generación, la transmisión, la distribución y la comercialización tienen sus propias reglas. Las facultades específicas de la CRE y del Cenace como operador independiente del sistema. Todo está plasmado en la Ley de la Industria Eléctrica. Este momento es histórico porque es la primera vez que México tiene un mercado eléctrico, es la primera vez que la Constitución cambia, en 70 años, para permitir contratos petroleros”.

Para el doctor Fernández Zayas “está claro que México puede ser un país sumamente competitivo. La tarea que tenemos es aprovechar la transformación tan profunda que tiene el sector de la energía y detonar toda una industria de abasto energético que tiene que ver con los proveedores nacionales, de todo tipo de equipos y partes para la industria eléctrica y la industria del petróleo, abasteciendo a todas las empresas del mundo. Esa es la misión”.

Sin embargo, la doctora Leticia Campos pone el proceso en entredicho y asegura que son una regresión en el camino conseguido. “Sin planeación a largo plazo, dichas modificaciones significan dar marcha atrás a la planeación, así como el rechazo del sistema nacional de generación, transmisión y distribución. Se desprecia la interconexión de plantas generadoras a través del sistema de alta tensión, porque se plantea la generación local y la distribuida. Se desprecia el trabajo que se hizo para reducir costos de operación, a través de la interconexión en red; la idea de trabajar al mínimo costo, que era un mandato de nuestra Constitución, siempre que se pudiera en las plantas más eficientes del sistema y tratar de reducir los costos de operación al mínimo. Eso no va a ser posible. Se supone que la ley de oferta y demanda decidirá las leyes del mercado. Salvo por la CRE, que trata de poner orden, ya no existe el principio de igualdad en el precio de la electricidad, ya no va a existir la unificación de reglas para estructurar las tarifas, porque van a depender de la oferta y la demanda. Ya no vamos a conocer los costos y tampoco se van a distribuir entre los usuarios, tomando en cuenta el uso, la atención, el consumo y el horario de suministro. Eso se acabó. Si la demanda es alta y la oferta es poca, el precio se va para arriba”.

Lo anterior tendría que ocurrir en el Mercado Mayorista de Electricidad. Pero ese mercado, sentencia la doctora Campos, todavía no existe. “Si no se logra la competencia en el MEM, las modificaciones no habrán tenido razón de ser, ya que estamos viendo contratos de largo plazo, donde el generador privado compromete cuánta generación va a vender con un contrato y tiene usuarios cautivos”.

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