Columna

Corrupción, ese lastre que hunde naciones

Por Felipe de Lascurain

El mundo se encuentra quebrado. España, Portugal, Italia, Grecia, Inglaterra y más países están en crisis. Lo curioso es que no hay responsables.

El sistema mundial se encuentra en quiebra por culpa de la rapiña de los políticos; por la falta de ética, de moral, de principios. Enfrentamos a una jauría que se dice dirigente de los pueblos, que no ha sabido hacer otra cosa que robarlos, exprimirlos, explotarlos, prácticamente acabarlos.

Desgraciadamente, México no es la excepción. La Revolución Mexicana trajo consigo a su desdichada hija: la corrupción. Fueron los revolucionarios de aquellos tiempos –como los actuales– los que a base de argucias y triquiñuelas nos han llevado a ser pueblos corruptos. Todo ello para poder tapar la avaricia sin fondo que tienen sobre los recursos de la nación.

Hoy en día, el peligro que veo es que ni siquiera la justicia está exenta de corrupción. Como abogado, me he visto o me enfrentando con jueces de primera instancia que han tomado dinero de la parte contraria, que han fallado a favor de ella, lo que viola todas las garantías que tiene cualquier ciudadano de tener juicios imparciales.

Aún más. Si el asunto no sale en la primera, se arregla todo en la segunda instancia; si no se puede, pues se arregla en el amparo, con los ministros y magistrados, donde también el dinero corre a raudales.

La amenaza latente es que estamos dejando de ser un país de derecho. De hecho, ya lo somos: imperan en todo México grupos que se pelean la detentación del poder.

Los juicios se terminan con arreglos económicos con los funcionarios. En los supermercados hay un nuevo artículo que está al alcance del que tiene dinero: la justicia. Usted puede comprarla al nivel que quiera, siempre y cuando pueda costearla.

En el ámbito penal, los ministerios públicos, aquellos que detentan la acción de la justicia penal, en lugar de justicia, buscan cómo extorsionar a la parte quejosa, hasta a los testigos.

Respecto de la construcción, ¿a cuántos clientes o contratistas que ganaron licitaciones les han dejado de pagar? ¿Y qué decir del fondo de garantía, que ni es fondo ni es garantía, sino otra manera de corrupción de nuestros contratantes?

¿Qué más garantía pueden pedir que las fianzas de anticipo, cuando las hay, de calidad, de cumplimiento y de vicios ocultos que operan a partir del día siguiente de la entrega y recepción de la obra?

La corrupción nos ha alcanzado. Verifiquen en los contratos de precio alzado y tiempo determinado donde existe una cláusula de fondo de garantía, la cual no tiene ningún sustento legal, ni siquiera algún sustento lógico. No hay más garantías que las fianzas.

Dejemos de hablar de empresas que nos certifiquen. ¡Qué vergüenza que tengan que certificarme cuando sé que mi trabajo es de calidad! No hay mejor gente que me certifique que yo mismo. Vale la pena aventurar la sentencia: “Por sus obras los conocerán”.

Por último, quisiera destacar que la noción de la corrupción ha llegado, en México, a niveles insospechados. Es alarmante cuando los ministros y magistrados actúan en perjuicio de la nación. Lo que ha sucedido aquí es que la misma revolución se termina devorando a sus propios hijos. A los ministros y magistrados: recuerden, nunca serán olvidados.
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Felipe de Lascurain
delascurain.consultoreslegales@e-management.mx
Licenciado en Derecho, egresado de la Universidad Iberoamericana. A lo largo de su carrera, adquirió una amplia experiencia en la asesoría a empresas dedicadas al ramo financiero, seguros, inmobiliario y construcción, tanto en su planeación como en su parte corporativa y legal.

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