¿Esperanza o realidad?
Por Héctor Sánchez García.
La autocrítica nos permite profundizar en los datos duros. Con las experiencias de crisis recurrentes, bajo o nulo crecimiento económico, poca creación de empleos ante una demanda creciente, incremento de la informalidad y, hoy, ante las acciones de cambiar el rumbo con reformas estructurales, una criticada Reforma Hacendaria que no ha cumplido las expectativas esperadas; una peligrosa Reforma Financiera, que deseamos sea consolidada y rinda frutos en el mediano plazo; y la joya de los reformas, la Energética, la cual tendremos que analizar, desenmarañar y criticar sus pros y contras para que sea una realidad como motor del desarrollo notable y no sólo una esperanza de salir del indigno y cruel atraso económico que tiene sumido a cerca de 40 por ciento de la población nacional en la pobreza… Hoy, existe una realidad: la apertura plena a una economía abierta, capitalista y de libre mercado. No hay marcha atrás, toda vez que las modificaciones a los artículos 25, 27 y 28 constitucionales fueron promulgadas en 2013.
Por eso, los mexicanos y las Pymes, Pemex y CFE, enfrentarán retos monumentales para volverse más “productivos”, “competitivos” y “eficientes”; algo que redundará en su propio beneficio y el del país. Las reformas no harán maravillas por sí solas, ni vendrán en automático el desarrollo y las mejoras. Una cosa es dar pasos en el sentido correcto y otro que los protagonistas hagan su tarea y esfuerzos para estar a la altura del horizonte por venir y que el gobierno acompañe dichos cambios con una política de inversión y promoción de la integración nacional a la inversión extranjera, así como el crédito blando de fomento a la competitividad de las Pymes. Sin ello, la transferencia de la riqueza nacional al capital extranjero estará consumada en unos cuantos años y seremos un estado al servicio del interés trasnacional.
Debemos tomar como ejemplo las acciones emprendidas por el Gobierno chino, que en los últimos 30 años ha transformado su economía en la primera a nivel mundial, la cual los ha sacado del atraso tecnológico y ha reducido la pobreza de su país en más de dos dígitos.
Nuestra preocupación es si México podrá sustituir en el corto plazo, una vez integrada a la economía abierta, 1 billón 269 mil millones de pesos, que representa la tercera parte del presupuesto total del Gobierno y que ha sido considerada la palanca de desarrollo en los últimos 70 años de historia nacional. Nos preocupa también que la verdad sea dicha. Los que invierten grandes capitales tendrán como propósito fundamental la generación de utilidades y beneficios para sus accionistas máxima del sistema capitalista.
Por otro lado, no debemos perder memoria de la historia, de los periodos de Obregón, Calles y Cárdenas –que terminó en 1938 con la nacionalización de la Industria Petrolera–; sin embargo, las oportunidades que la decisión histórica de 2013 traiga podrían ser la catapulta a un escenario más digno y estable, donde los beneficios se reflejen en el corto plazo y permitan terminar con el cáncer de la corrupción y la ineficiencia, con lo que los sindicatos paternalistas y obesos han colapsado a nuestra industria petrolera y han lacerado la dignidad y la economía de un pueblo.
En cuanto al rescate de pasivos laborales de Pemex y CFE nos preguntamos: ¿por qué no se negoció un contrato colectivo de trabajo con el o los sindicatos involucrados, antes de entrar al rescate?
El segundo tema que nos ocupa es el ambiental, el cual deberá ser transparente, preciso, y dotar de verdadera autonomía y facultades de actuación y sanciones ejemplares a quienes atenten o dañen nuestro ecosistema y medioambiente.
La Reforma Energética tendrá vigencia los próximos años. Para la participación de la inversión privada tanto de empresas nacionales como internacionales se establecen tres modalidades para el pago de las inversiones: en efectivo, con petróleo o con contratos-licencias; con ello, el término “privatización parcializada” será legítima y resulta una traducción simplificada de reformar la Constitución.
Por lo anterior, debemos estar atentos a los efectos a corto y mediano plazo, ser protagonistas en el cambio y tener una acción directa para el resultado positivo de las reformas en general.
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Héctor Sánchez García
Egresado del Centro de Investigaciones de la FCPAP de la UANL. Coordinador del Sector Salud del Gobierno Federal. Catedrático de la Facultad de Administración y Contaduría Pública. Es accionista y director General de SEPSA, empresa que ha generado expansión a cuatro empresas a nivel internacional.