Columna

El papel de las asociaciones

Por Felipe Lascurain.

El antecedente de más remoto que existe sobre agrupaciones a favor de sectores de la construcción data de la época romana. Entonces, había grandes gremios dedicados a diferentes artes: existía el maestro, el ayudante y el aprendiz. Éstos iban ascendiendo de acuerdo con su destreza. Así se fueron creando gremios que defendían jurídicamente los renglones en los que intervenían.

Estas corporaciones se fueron creando de manera natural para proteger el conocimiento, el cual detentaba el maestro. Para llegar ser maestro se requerían muchos años de ayudante, de aprendiz. Cuando uno ya era maestro, podía formar su corporación o su propio taller. Estas corporaciones romanas eran incipientes, sin embargo, tenían su propia fuerza. Esto último considero que es lo que hace falta en las nuevas organizaciones gremiales.

Las nuevas asociaciones en las cuales nos agrupamos por servicios o por trabajos deberían poder usar la fuerza de todos para poder negociar, como asociación, los contratos de sus agremiados.

Al constructor se le crucifica con la garantía adicional de descontar un 10 por ciento, por cada estimación, de lo que llaman el fondo de garantía, un fondo totalmente indebido, ya que las garantías que se tienen son las fianzas.

Este dinero, que se le va quitando al constructor, se lo entregan al final de que se ha llevado a cabo la supuesta terminación de obra con el acta correspondiente, siempre y cuando el cliente haya revisado que no se le deba nada por cualquier concepto.

Otra de las cuestiones que nuestras asociaciones deberían tener sería la fuerza suficiente para sujetar al cliente o contratante para que demuestre fehacientemente que los fondos que se va a llevar la construcción se depositen o se garanticen dentro de un fideicomiso de garantía.

¿Por qué? Porque, después de seguir la historia de la construcción en el país, nos damos cuenta que a la mayoría de las constructoras al final o la mitad del camino les dejan de pagar, y siguen trabajando sin darse cuenta y cuando voltean están en 90-60, y traen una cantidad de dinero que no se les ha pagado. Ahí empiezan los problemas, pues el contratante se niega a pagar. Éstos últimos van dejando al subcontratante en completo estado de indefensión toda vez que la parte económica, los intereses, le van quitando sus directos e indirectos.

Si estas asociaciones se manejaran como realmente se debe, lograrían llevar a cabo un equilibrio en los contratos, porque el contrato, como instrumento jurídico –además de señalar los derechos y obligaciones de las partes–, se trata de equilibrar a las dos fuerzas. Si éstas trabajan con equilibrio, no se dañarán la una a la otra.

Hoy por hoy, la parte de los contratistas está tremendamente golpeada. Habría que replantearnos, como asociaciones, cuál es realmente el objetivo para poder ayudar a nuestros agremiados y que éstos sientan que lo que están pagando por pertenecer a una asociación está grandemente devuelto.

En Estados Unidos, las asociaciones son fuertísimas, porque éstas son un instrumento primordial para sus agremiados. Ellos son los que defienden a sus asociados ante problemas jurídicos y proporcionan medios y abogados.

Estas asociaciones florecen porque hay una corresponsabilidad fuera de serie entre asociado y asociación. Cada uno de ellos cumple lo que tiene que cumplir.

En México hay una disociación entre la asociación y sus agremiados. Éstos últimos no tienen el espíritu de sociedad, de defensa de sus intereses, y la asociación, al no contar con una cantidad importante de asociados, se dedica a llevar a cabo un plan de trabajo que se cumple a medias, pero no es efectivo, pues son trabajos que tienden a fortalecer a la asociación, pero no a fortalecer a los asociados.

En un futuro, las mismas circunstancias nos llevarán a llegar a una situación óptima. Las mismas empresas llegarán a necesitar a sus agremiados para sostenerse, y los agremiados necesitarán más apoyo de sus asociaciones.
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Felipe Lascurain.
delascurain.consultoreslegales@e-management.mx
Licenciado en Derecho, egresado de la Universidad Iberoamericana. A lo largo de su carrera, adquirió una amplia experiencia en la asesoría a empresas dedicadas al ramo financiero, seguros, inmobiliario y construcción, tanto en su planeación como en su parte corporativa y legal.

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